viernes, 26 de agosto de 2011

Se aproxima el final.






Las imágenes de Trípoli son sobre acogedoras. Cadáveres en las calles, sangre corriendo por las cunetas y manchando los tragantes. Disparos. Explosiones. Los libios se están asesinando entre sí. Uno de los grupos, los rebeldes, están por conseguir la victoria contra el régimen de M Gadafi que ya dura una cuarentena de años y no ha sacado a su pueblo de la miseria a pesar de las inmensas fuentes de petróleo y gas natural. Representan las esperanzas libias almacenadas por largos años. Es por eso que alcanzarán la victoria y erigirán un nuevo estado democrático e independiente para los libios.

Del otro lado, los leales al viejo líder. Hombres del ejército, la policía y otros funcionarios que seguramente se encuentran endeudados moral y jurídicamente. Seguramente ofrecerán resistencia hasta las últimas consecuencias. A posicionados en un barrio cercano al complejo de túneles que el viejo líder pagó a ingenieros alemanes para su construcción con dinero de los libios, no con su dinero, ofrecen feroz resistencia a los rebeldes.

¡Qué contradicción!, porque defienden a la tiranía de Gadafi a costa de la propia vida y el viejo líder no aparece por ningún lado. Solo sus grabaciones instando a sacrificar la vida en el martirio para acabar con las ratas, como les llama a los rebeldes. “No dejen a Trípoli para las ratas. Combátanlas y mátenlas”.

¿Quién es ciertamente el que se comporta como rata?,

¿Acaso no es Gadafi que se ha enterrado en un agujero de miles de millones de dólares mientras sus acólitos derraman su sangre para defender su cofradía?

“Ha llegado el momento del martirio o la victoria” y pidió a las tribus de las afueras que marchen hacia  Trípoli.

¿Qué legitimidad tiene este hombre miserable para instar a la muerte cuando trata de salvarse a sí mismo?

¿Se comportarán igual todos los tiranos abusadores y criminales de pueblos?

Me vienen a la mente las imágenes de Saddam Husein siendo extraído de un aljibe _oquedad hecha en la tierra por la mano del hombre para almacenar agua de lluvia_, cuando los marines lo hallaron. También al antiguo líder de Etiopía y al tirano de Haití y de Panamá; todos huyen, todos tratan de salvar su vida porque la quieren más que a nada, todos han sido idólatras de sí mismos.

Aún quedan tiranos por caer. En alguna isla del Caribe casi ahogada por las tenazas de un régimen déspota y totalitario, aunque no lleguen todas las noticias porque el gobierno las ahoga con maldad, sus gentes comienzan a perder el temor cavernario a la policía política. Hasta algunos policías están actuando con menos agresividad. Pronto tal vez no sean tan pocas las voces que desde escalinatas céntricas pidan libertad.

Jorge B. Arce


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