domingo, 30 de octubre de 2011

¿Será casualidad?

Han ustedes reparado de verdad, conscientemente, razonablemente, alejados de la niebla de las cervezas ingeridas en la parrillada disfrutando de la música que las letras de las composiciones de los músicos cubanos que residen fuera de la isla y los que residen en ella es completamente distinta ?. Bueno, yo sí, y les anticipo que mi percepción es libremente cuestionable. Por supuesto que me estoy refiriendo a músicos de origen cubano, de otra latitud no poseen tickets para entrar en este comentario.

Veamos. W. Chirino, por ejemplo, _y claro es mi favorito, por eso encabeza esta lista_. Escuche sus éxitos, los más importantes, digamos. ¿Qué les sugieren en ambiente? Reflejan las imágenes de Cuba, de la Cuba que ama, de la que atesora en su corazón. Los bueyes, la campiña, el río donde tomaba o querría tomar un chapuzón después de clases, los cañaverales, beber la leche de vaca acabada de ordeñar y en resumen, los rasgos distintivos de la cubanía que impregna el campo, lo más criollo, lo más auténtico del guajiro cubano. Eso es Cuba, coño!

Se siente, se percibe en estas piezas de la música o de la plástica o la actuación, un genuino recuerdo de estas particularidades que definen e identifican a una nación. Es como una alabanza o loa a esos perfiles que hacen reconocible a mil kilómetros de distancia los rasgos que identifican una personalidad: La cubana.

Lamentablemente no puedo decir lo mismo de autores y artistas cubanos residentes en la isla. Es otra cosa. Es como una queja, como un lastre, como una costra. En la letra y hasta en los mismos ritmos de la música actual interpretada y/o compuesta por músicos residentes en Cuba con una edad oscilante entre los 40 y los 20, se lee otra cosa, un mensaje distinto. Es como si no vieran la belleza real que les rodea por habitar el caimán. Por supuesto que no estoy añadiendo en este comentario a ciertos intérpretes de ritmos de hip hop o reggaetón, que confrontan virtualmente al régimen político, sino a aquellos llamados intérpretes de música bailable o salsa.

Deténgase y escuche con atención el mensaje social que encierra la letra de esas interpretaciones y quedará concluso para concluir que aquejan un acontecer o forma de vida caracterizado por mujeres promiscuas, prostitutas, dependientes del papito que las sodomiza. Sus intérpretes son varios: Paulo FG, el Tosco, NG La Banda, La Charanga Habanera, hasta los Van Van que históricamente narraron en sus letras el costumbrismo cubano.

El jineterismo, la prostitución, la promiscuidad, el adulterio, el trapicheo, el gansterismo, el robo, la vagancia son los verdaderos protagonistas de estas canciones o como queráis llamarle, si os place. Son características indiscutibles de que existe una sociedad que muestra sus propios valores en el inéditum de sus intelectuales sin que nadie se los exija. Brota solo, es un escape para evitar el estallido.



Jorge B. Arce.

sábado, 29 de octubre de 2011

Sobre adjetivos, adverbios y superlativos.



Les pregunto a ustedes que tienen resistencia para navegar en este blog y leer estos spots: ¿Han visto alguna vez a un tipo bien feo ?bien feo? Yo no he visto a un tipo bien feo. Por ningún motivo sería bueno que lo fuere. Sin embargo, sí he visto a un atipo muy feo. Tampoco he visto a una mujer bien bonita sino a una muy bonita. Si fuera correcto decir que una mujer es bien bonita, también tendríamos que añadir a nuestro léxico el término de que "aquella es una mujer mal bonita", o no ?. De la misma forma que la economía en Miami no está bien jodida, sino muy jodida. Imaginen que si la economía de Miami estuviera bien jodida eso quisiera decir que está bien que ande patas arriba, que no prosperen los negocios, que haya pocas inversiones, que disminuyó el turismo y que las casas han bajado de precio. Siendo así, no creo que nadie quiera que la economía de Miami está bien jodida, en todo caso malísima o muy mala, o lo que también simplifica las cosa: “un verdadero desastre”. Nótese que nadie dice que Anacleta se hizo un corte de cabello que le quedó desastrosísimo o muy desastroso, suelen decir en este nuevo argot: "bien bonito", aunque, repito, nunca oigo a nadie decir que "mal bonito", será por eso de la hipocresía.

Tampoco he tenido la lamentable desdicha, como muchos por ahí afuera, que han tenido “un día bien malo”. Porque, oigan: tener un día bien malo es como decir: Mal malo; no es eso algo como un jodido disparate ?.Y así pudiera llenar los espacios del blog con estos disparates que desconsideradamente algunos_que se justifican en ser bilingües_, para escamotearse de la crítica justa el mal uso de los adjetivos, adverbios y superlativos.

A propósito de bilingüismo no soy bilingüe, que se sepa_, pienso que no lo son los que no dominan correctamente ambas  lenguas. No basta escuchar, comprender y articular los sonidos de una lengua ajena a la materna para llamarse bilingüe. Se requiere su correcto uso. Y modestia aparte, me temo que día por día soy testigo de barrabasadas de la lengua castellana que son balbuceadas por ciertos personajes de anuncios publicitarios que gozan de verdadero prestigio, al menos sus productos, talento o conocimiento específico de un tema y resultan invitados por alguno moderador de un programa de debate de noticias en vivo a través de la TV.

De igual modo sucede con ciertos anuncios publicitarios de productos donde se colocan palabras inexistentes como méndigo por mendigo o mascara por máscara, por citar un ejemplo.

Pero lo más llamativo es la facilidad con que estos malos usos contagian a otros, que al ser cuestionados justifican la incorrección argumentando que llevan muchos años en Estados Unidos. Este es otro de los puntos escollantes en el miameo, culpar a Estados Unidos de las inconcordancias paramétricas que cometemos ex profeso para juistificar nuestras inconsistencias o errores.  Por eso es importante mantener cuidado en el uso correcto del idioma y acudir al diccionario cuando se duda acerca de cierto tema.

Jorge B. Arce.

The Beatles en Nuevitas.

¿Quién de mi generación no pasó ratos inolvidables disfrutando de la música de los Beatles? ¿Quién de mi generación no trató de demostrar que era el mejor bailador de twist con melodías nunca oídas como Twist and Shout, A Hard Day’s Night o Sgt Pepper ?. ¿Quién de mi generación casi no mata de asfixia a su novia con baladas como Yesterday o Michelle ?. Fue una increíble década preñada de excitante pasión por una música nunca antes producida ni interpretada, ni siquiera con el Rock and Rolls con un estallido de reclamos de cambios sociales protagonizados en Estados Unidos por el movimiento Hippie sobre protestas por la guerra en Viet Nam, los derechos civiles de los negros y el Amor Libre. Y precisamente en Cuba hemos estado importando el American Way of Life desde hace muchos años. De manera que añorar ceñirse unos jeans de la mejor marca, unos tennis US Kedds, una camiseta con la bandera de los Estados Unidos y largo el corte de pelo, no era algo ajeno al sentir de los adolescentes de mi edad en esa época.

Era un época marcada por un contrapunteo latente in crescendo de la dogmativa religiosa de mantener la castidad hasta el matrimonio y la práctica del sexo solo con fines de procreación frente a la teoría atrevida y alternativa del amor libre. ¿Recuerdan aquélla?

Recuerdo que mi pobre madre, una mujer de mucha rectitud moral y que conoció un solo varón en su vida: Casimiro, mi querido padre, decía: “…a dónde vamos a llegar, Dios mío, con este libertinaje? Y  sufría en silencio porque pensaba en lo que iban a enfrentar en el futuro su hijo varón, primogénito de ninguna herencia, yo; y mi hermana cuatro años menor, Esther de la Caridad, una chica entonces delgada, esbelta, de hermosa cabello lacio, grandes ojos pardos y labios gruesos sensuales. Yo la criticaba, a mi madre, mentalmente, por supuesto, no me atrevía entonces a enfrentarla cara a cara porque me soplaba unos manotazos por la espalda desnuda que picaban como la madre de los tomates, porque en mi conciencia de adolescente, rotunda y deliberadamente obsesionado en tener sexo de cualquier modo, aquella teoría eran cánticos de ángeles en mis oídos. Y me decía: “…cuanto antes se ponga en práctica, mejor para mí”. ¡Qué equivocado estaba!

Entre las prendas de vestir que se pusieron de moda eventualmente se hallaban los siempre presentes blues jeans, los lentes de armadura redonda a lo John Lennon, las camisetas con logo y las sandalias. Siempre me incliné por estas últimas porque me encantaban cómo se veían los pies de los pocos hombres que había visto usándolas y me parecían además, el mayor acto de protesta por mis deseos incontenibles por tener sexo, pues les daban a los que las usaban un distinguido toque de desenfado y de liberalidad; vaya…algo así como: “…si, tienen razón los que me véis, no  me importáis un carajo, joder “. De modo que, al no encontrarlas en ninguna parte, incluidas las tiendas que tenían tan poco por ese entonces, decidí hacerlas yo mismo. No bromeo. Cosidas y pegadas con una cola de zapateros que se perdía por tiempo y que creo es conocida como Baje. Utilicé una aguja de coser sacos de yute, cera de abejas y el primer material para las suelas y las correas que encontré a mano. Recuerdo que el mayor trabajo me lo dieron las hebillas y que cuando andaba con ellas, me molestaban las piedrecitas en las plantas de los pies. Por lo demás, el material de las correas era blanco, lo cual las hacía más llamativas hasta el punto que cuando me presenté calzándolas en la escuela secundaria el siguiente lunes a mi ímpetu de zapatero remendón, causé una mezcla de sensaciones disímiles entre el ridículo, la admiración de algunas isoterics girls del 9no. Grado y la medida disciplinaria de la dirección. Aún no había terminado de colocar mi trasero en el pupitre buscando con la mirada a Aracely Agüero, mi novia de siempre, cuando se escuchó la voz del profesor de Física, apellidado Guerra desde la puerta del aula: “!Jorge Arce, a la dirección!”. Seguido de un: UMHhhhhhhhhhhh como background que proporcionaron  mis compañeros mientras me apretaba el cinto, tragaba en seco y apretaba el culo dirigiéndome hacia la puerta de salida, seguido por una última mirada de Aracely que no estoy tan seguro ahora ni entonces, si era una mezcla de admiración, orgullo o lástima o una mezcla de todas.

Lo que sigue es de imaginarse; “…Usted cree, alumno, que su facha es la adecuada para presentarse en esta prestigiosa escuela ?”, espetó a quemarropa la directora que era una señora muy obesa, maestra de matemáticas en su tiempo, apenas estuve de pie delante de ella sentada a su escritorio. Recuerdo que mis primeros pensamientos entonces, cuando tuve la oportunidad de observarla desde un ángulo superior, debido a que no me invitó a tomar asiento, sino que me dejó de pie como castigo a mi atrevimiento, era cómo estaba cubierta de pliegues de grasa o salvavidas, como les dicen, desde el cuello hasta los tobillos; intersticios que aprovechaba el collar de falsas perlas que adornaba su cuello para desaparecer por momentos. Después de sacudir esos pensamientos irrespetuosos de mi tonta cabeza, me dediqué a pensar en lo mejor que podía contestar a aquella pregunta que había quedado casi congelada en el pequeño espacio que me separaba de la monumental directora. Ni corto ni perezoso y alentado por la obligación de oponer alguna resistencia (y que luego llegara a oídos de mis compañeros de clases para redimir el ridículo) al “poder omnipresente” de enviarme de castigo a la dirección – (era como  estar leproso), respondí lo que me vino a la mente, que no fue lo mejor, por cierto: “…y que tiene que ver, directora?”. Inmediatamente aquella me disparó:

¿Cómo que qué tiene que ver?”. Habrase visto mayor insolencia? Al escucharla me dije: “…la cagué!, ahora soy además insolente.” Y continuaba con otra andanada de exabruptos: “¿Cómo se atreve a contestar?, ¡Esto es divisionismo ideológico! Acabé suspendido, por supuesto y con carta para que alguno de mis padres se presentara ante la dirección antes de poder poner un pie en clases. Divisionismo ideológico era como una fórmula mágico-revolucionaria para justificar la libertad de pensamiento y expresión ajena a los dictados del gobierno revolucionario. Algo muy de moda entonces y con lo cual tuve que lidiar durante muchos años. Una arbitrariedad. Algo podrido. Algo sórdido. Maquiavélico, Fouchetista o Fidelista. Da igual. Era una lucha desigual entre los jóvenes y su natural deseo de vivir los tiempos que se remontaban las fronteras nacionales y que  no era otra cosa que persecución ideológica arropada de chovinismo, nacionalismo contra un enemigo representado por la música Rock, los Blue Jeans, la Iglesia, la Navidad, el idioma Inglés,  Los Reyes Magos y, por supuesto, The Beatles.

Mi padre era muy indulgente conmigo, en mi opinión. Generalmente toleraba todas las manifestaciones de mi personalidad y carácter que evidenciaban mi total apego e inclinación a comportarme como varón-macho. No le critico ni reprocho, eran los cánones de aquella época, los mismos con que fuera educado él. Generalmente me reprimía a regañadientes apremiado por los reproches de mi madre que constantemente le daba quejas de mis llegadas tarde a casa en las noches, porque sabía o imaginaba que mis tardanzas estaban relacionadas con mi incansable batallar por encontrar lo que buscaba sin pedírselo.

Pero mi madre era otra historia. Como ya he dicho, era muy estricta moral y religiosamente. Era una mujer “ama de su casa” (nunca trabajó en la calle), con un incesante andar buscando lo que estaba mal colocado o fuera de lugar. Limpiando, lavando o recogiendo cuanta porquería yo dejaba regada o la mierda de mi gata que era una perfecta cabrona y a veces se cagaba dentro de la casa y no en el patio. Trataba de inculcarme todos estos conceptos y principios en una contienda desigual contra un poder estatal extraordinario que influenciaba, a todo vapor, en cambiar a todos los jóvenes y convertirlos en el “Hombre del Siglo XXI”, separándolos de la autoridad paterna. Una batalla que perdió, por cierto, pero elegantemente, con todo honor. Ella aceptó a regañadientes mis inclinaciones “hippiescas”, menos el cabello largo. Decía, sin posibilidades de cuestionamiento, que “…el pelo largo lo usan las mujeres”. Me decía que lucía ridículo enfundado en mis ceñidos pantalones, claro, por mis piernas arqueadas, cosa que no escuchaba porque los adolescentes nunca escuchan, papás, nunca escuchan a menos que sean idiotas. Es natural.

Así, ataviado, junto a otros amigos de iguales sentimientos y comportamiento social en lo llamado gustos e inclinaciones, solíamos hacer lo que supuestamente debían hacer unos aprendices de hippies americanos como nosotros aunque no entendiéramos ni jota de derechos civiles, de la guerra de Viet Nam, de la libertad de credo o reunión y mucho menos de racismo, debido a que esta manifestación de discriminación estaba muy extendida en Nuevitas.

Solíamos reunirnos en casa de alguna chica que preparaba sus 15º. Cumpleaños con los populares ensayos del Vals, donde gozábamos con la música de moda excepto la de músicos censuro-perseguidos por el régimen que solo escuchábamos con mucho misterio encerrados en un cuarto de alguna casa de la familia de uno de nosotros o en el techo, pendientes de los hits de la FM 92 o BBC de Londres. Hasta que un viernes o sábado en la tarde-noche que nos agrupábamos alrededor de una pieza de cañon antiguo del Siglo XVII que adornaba la plazoleta el parque, donde nos poníamos a tararear en Inglés rudimentario y catastrófico, las mejores piezas de The Beatles; rodeados por los edificios del ayuntamiento, la escuela Aurelia Castillo, la Iglesia Católica, el gremio de los trabajadores Marítimos Portuarios ( que para entonces no era tal ) y las tres grandes y formidables Ceibas que flanqueaban el parque de la Glorieta para la banda musical, que no producían mucha sombra pero acababan con pisos y calles con sus raíces. ¡Ahhh, y olvidaba, el cine Bartholet !., cuando un camión militar, con toldo de lona, se detuvo bruscamente junto a nosotros y del que descendieron en loca carrera algunos uniformados de verde olivo y tres policías rodeándonos de manera amenazante y el que parecía el jefe espetó: “…! Arriba, todos ustedes, hagan una fila que les vamos a hacer la prueba del limón! ¿Qué era eso? Por supuesto que habíamos de esa prueba, pero hasta el momento no lo creíamos. Se trataba de hacer rodar un limón cimarrón desde el cinturón del pantalón hasta el zapato. Si no se conseguía, se asumía que el pantalón estaba muy ceñido para un hombre. Es uno de tantos episodios maquiavélicos del Fidelismo en su constante decapitación de los valores morales y cívicos de la democracia arropados bajo etiqueta de “Lucha de Clases” y “el Proletariado contra la ideología burguesa”. Si no se pasaba la prueba, te desprendían las costuras del pantalón hasta el tiro del mismo. Y encima de eso, te sentaban en un sillón improvisado encima del camión y donde un peluquero improvisado, armado de una rasuradora manual, te dejaba el moropo como un coco liso. Si te negabas a que te transformaran la cabeza en una bola de villar, eras clasificado como “Lumpem”,conducido hasta la estación de la policía a donde tus padres deberían recogerte con no se sabe qué consecuencias.

Con tan pocas opciones, decidí soportar la humillación y la vergüenza pública dado que un numeroso grupo de curiosos nos había rodeado para entonces y eso suponía que lo sabrían en todo Nuevitas en cuestión de horas. No aprobé el examen y suponen el final de este triste capítulo.

Decididamente ese momento me marcó indeleblemente. Nunca podré olvidar cómo mis lágrimas corrían por mis mejillas como muestra de impotencia ante el ultraje mientras un degenerado rasgaba mis queridos blues  jeans, de perneras estrechadas con mis propias manos. Aunque después, con el correr del tiempo y el despliegue avasallador de estrategias de comprometimiento, serví durante años en el ejército, o sea, al régimen, aquel triste episodio dejó sembrada en mi alma la semilla del descontento. Descontento que aún entonces estaba lejos de comprender en su esencia ideológica. Hay que razonar acerca de este hecho_que en modo alguno fue algo excepcional, individual o exclusivo de mi pequeño pueblo, sino conceptual, piramidal y planeado como campaña para contrarrestar cualquier incipiente germen de oposición.

Pero no solo eso, sino que para un adolescente como lo éramos entonces mis amigos de aquel infortunio momento y yo, aparecer en público con la cabeza rapada y vistiendo pantalones destrozados mostrando las piernas desnudas, no significaba un acto de fiera rebeldía como ocurriría hoy. Era un grupo de imberbes adolescentes que ni siquiera comprendían los motivos reales y estratégicos que motivaron tal violación, y que, por contraste, quedaban en el escenario público y escala de pequeño pueblo,  como  los muchachos que se atrevieron a desobedecer las normas de un gobierno revolucionario de liberación de la opresión y la dictadura; de un gobierno del pueblo y para el pueblo, el David vencedor del Goliat y enfrentado al poderoso enemigo del Norte que pretendía ponernos de rodillas y por eso nos estaba matando con el bloqueo.

Solo bajo este real, existente contexto-socio-político-cultural, podrá comprenderse por qué preferimos ser humillados a enfrentar las represalias de nuestros padres, autoridad que aún respetábamos por encima del poderoso enemigo estatal de la familia, y el desahucio público.

Jorge B. Arce

miércoles, 26 de octubre de 2011

Los Cabilleros de Nuevitas.



Admito que a los “revolucionarios” no se les ha ocurrido una cosa más productiva a favor de sus propósitos que “inventar” la palabra revolucionario. No, no bromeo. Si revisan superficialmente la historia reciente comprenderán que no es una afirmación carente de sustento.

Esa palabra nació conjuntamente con los discursos a todo vapor, rodeado por cientos y cientos de personas del sujeto que se comporta desde entonces, como dueño de Cuba y sus destinos sin reconocer otros intereses y derechos. Lógicamente, fue introducida en un discurso cargado de revanchismo y venganza contra los representantes de un régimen dictatorial implantado en marzo de 1952 que no respetó la Constitución de 1940 y que contaba en las filas de las fuerzas represivas de la policía, policía secreta y del ejercito, con sujetos desprovistos de humanidad absolutamente. Estos hechos fueron utilizados ventajosamente por el líder del ejército rebelde para avivar el sentimiento de venganza de todo un pueblo contra aquellos que representaban al derrocado régimen, colocando al “revolucionario” ( identificado como cubano que apoya y participa activamente junto al ejército rebelde para defender la libertad alcanzada con la revolución de la Sierra Maestra) a la palabra “esbirro” o “batistiano” ( referido al seguidor del que fuera el presidente de la república ), colocando a ambos bandos en riberas opuestas de manera definitiva. No puede olvidarse que la palabra revolucionario obliga a pensar de inmediato en su acepción literal: revolucionar, cambiar, transformar.

La cubana, como todas las revoluciones, tuvo su fundamento en la necesidad del cambio al régimen de oprobio constituido, pero luego se devoró a sí misma, manteniendo un nuevo status que necesitaba continuar cambiando también. Pero en los siguientes años desde 1959, la efervescencia popular tuvo un catalizador aglutinante que me recuerda a la máxima conocida “conmigo o contra mí” pues revolucionario se convirtió en una especie de asociación que abría las puertas a cualquiera que se hallaba militando en sus filas. Lo mismo para ingresar a un curso universitario, que para aspirar a una buena plaza laboral. De modo que se puso muy de moda con independencia a su trasfondo político convirtiéndose en una especie de “título” o “coletilla” del idioma al solicitar algún servicio: “…Fulano, no dejes de resolverle a Ciclano, recuerda que es revolucionario”; era un comentario de rigor en los pasillos y conversaciones extraoficiales, por supuesto. Así que todos los cubanos con picardía natural, adquirieron inmediatamente tan necesario título de cuasi-nobleza considerando que las cosas empezaron a cambiar a todo vapor.

En el pueblito donde pasé los primero 15 años de mi vida, Nuevitas, Camagüey, la palabra revolucionario tuvo sus modificaciones o improntas populares. Por ejemplo; recuerdo que había un grupo que nunca tuve oportunidad de identificar con personas conocidas_, que solían llamarse “Los Cabilleros”, que con ahínco se dedicaban a “corregir” ciertos malos síntomas de disidencia incipiente contra el rumor de que se instauraría el Comunismo importado desde Rusia, o la Unión Soviética como se llamaba entonces_, y que el gobierno revolucionario era en realidad una revolución comunista que haría que los padres perdieran la Patria Potestad sobre sus hijos menores, entre otras cosas.

Por supuesto que todos aquellos rumores en medio del  promedio cultural de un pueblito como Nuevitas, de trabajadores portuarios y pescadores en un 90 por ciento, de bajos ingresos y poca instrucción, rumores como aquellos, con o sin fundamentos, constituían una revolución dentro de la revolución anterior. Por ello era importante acallar esos disidentes de esquina que sembraban una semilla que no convendría a la robolución en el futuro como la historia misma se encargó de demostrar. Por eso pienso que la represión revolucionaria contra la disidencia se instauró desde los mismos inicios y permanece latente hasta hoy.

De aquellos “cabilleros” recuerdo que se rumoraba que escondían trozos de  cabilla corrugada usada en la construcción, de entre ½ y ¾ de pulgada, envueltas en papel. Actuando en pequeños grupos de 4-5 integrantes, sorprendían después de seguir, a aquellos que protestaban en pasillos, mesas de dominó o billares en contra de ciertas manifestaciones de corrupción, favoritismo, tráfico de intereses y medidas ideológicas, propinándoles una soberana paliza de escarmiento. Supongo que se ocultarían el rostro para hacerlo porque sus víctimas sufrían golpes y fracturas pero no la muerte. Dos de mis tíos paternos, uno de ellos ya fallecido, fueron blancos de este grupo.

Paralelamente a estos hechos los que concibo como algo planeado, no espontáneo, los discursos del líder principal estaban estructurados en dos vertientes principales: 1) la que avanza nutriéndose de de la necesidad de supervivencia para defenderse de los ataques de un enemigo exterior; 2) la que se motiva catalogando por la traición a la causa de los pobres representada por la revolución de nacionales “que pactan con el enemigo exterior”. Esto logra un sentimiento de rechazo y repulsión por aquellos embriagados de esperanza que son incapaces de discernir imparcialmente dando crédito a un léxico tendencioso y revanchista.

El líder, como portador esclarecido de la genuina voluntad popular, “del pueblo” para establecer una nueva forma de gobierno, de vida, de distribución, o sea,”la revolución del pueblo y para el pueblo”, “la revolución de los humildes y para los humildes”, “la revolución tan verde como las palmas”, “la revolución portadora del legado de los mártires de las guerras de independencia”, avanza a pasos agigantados en la creación de un background que le favorece como primera figura y, discretamente se encarga de “sacar del juego” político a aquellas otras personalidades nacionales que le obstaculizan el camino al absolutismo político. Huelgan los ejemplos a través de los primero años, fundamentalmente.

Estos slogans que apuntábamos anteriormente hacen nacer y perpetúan un estado de sentimiento global asociativo-representativo del hombre criollo humilde con el líder y los propósitos de la revolución. Eso le otorga e imprime legitimidad popular que se materializa con el tiempo a través del apoyo que las masas conceden a las medidas más drásticas, incluidas contra sí mismas como nuevas y compulsivas restricciones de bienes de consumo y/o servicios (entiéndase alimentos y centros de recreación y hotelería); medidas que el líder tomará para enseñorear su dictadura desmantelando por pasos instituciones democráticas.

Es sintomático de la revolución identificar a un enemigo y sus cómplices a fin de establecer un discurso “de por vida” que mantenga en vilo la dependencia del pueblo a su líder y sus órganos de represión, así como el armamentismo. Esta lección de liderazgo populista es retomada una y otra vez de la historia adaptándola a los nuevos y específicos intereses y necesidades. El pueblo identifica las intenciones ulteriores de ese enemigo artificial debido a la propaganda continua que establecerá el nuevo régimen a la usanza del derrocado cambiando las palabras. Lamentablemente esta estrategia de entretenimiento obtiene y ha obtenido un éxito notable. Invariablemente las masas más nutridas que han sido las más oprimidas históricamente, se identifican con ese enemigo que muestra el líder y se enfrasca por comprender por qué antes ese enemigo proporcionaba determinados bienes materiales y espirituales y ahora no.

Es de notar que desde los mismos inicios el líder revolucionario convierte en sus discursos en enemigo sutil a los medios de prensa acusándolos de respaldar a los enemigos del pueblo y a la clase oligárquica derrocada, toda vez que tergiversan “la verdad de la revolución”. Esta postura provoca el odio y el rencor de las masas asociados a su sed de justicia y equidad social y económica.

Así mismo, el líder y su grupo de apoyo se muestran atacados por el órgano legislativo superviviente en los primeros momentos de la revolución y obtienen respaldo mayoritario para desmantelarlo como institución acudiendo a que bloquean todas las leyes que constituyen verdaderos cambios revolucionarios definitivos para favorecer al pueblo. Es un ataque imparable; no puede resistirse a una presión semejante en esa primera etapa y el líder lo sabe.

Este argumento da cabida a la nacionalización de las principales industrias y recursos naturales más importantes de la nación que principalmente oculta la verdadera intención de hacer desaparecer la propiedad privada y con ello la libertad individual, antesala de la relación de dependencia del individuo del estado que vendrá después. Las masas, entusiasmadas, embriagadas del anhelo por años contenido, ni siquiera comprenden que está estrangulando su libertad al asesinarse la sociedad con poderes públicos balanceados.

La familia.

La familia contiene en sí misma la semilla social. En su seno se educan los hombres y mujeres del futuro que protagonizarán los papeles preponderantes de impulso de la nación. En su seno se cuecen las primeras ideas y conceptos de ética, moral, costumbre, idiosincrasia, cultura y educación en su sentido estricto. Los padres inculcan a los niños y adolescentes mediante el ejemplo, uso y costumbres, las normas básicas de comportamiento social que a su vez recibieran de sus ancestros. Una sociedad debe respetar y mantener las facilidades para mantener y perfeccionar esos valores en beneficio de sus propios miembros y el efecto social general, de ahí que las normas jurídicas emitidas dentro  del estado de derecho deben nacer acorde con esos cánones a la vez constitucionales. La revolución involucra todos los sentimientos humanos en pro de sus beneficios. A ella han de estar sujetos los valores familiares por ley. También los religiosos, morales y patrios. Y el líder adquiere ad hoc un sitio en el lugar que antes ocupaban imágenes de santos religiosos.

Las prioridades y vínculos familiares, sobre todo aquellos vinculatorios de padres con hijos se postergan en beneficio de interese locales relacionados con programas de estudio o desarrollo científico y además, por las tareas de las organizaciones de masas que tienen la tarea de aglutinar la mayor cantidad posible de ciudadanos para comprometerlos en un fin determinado de antemano y con propósitos estratégicos.

Las tareas revolucionarias sustituyen a las visitas, reuniones e intercambios familiares de costumbre. Los programas de estudio novedosos alejan a los hijos de la tutela directa de los padres. Es estado revolucionario decide qué, cuándo, dónde y cómo educar e instruir a los estudiantes y un ejército de estudiosos servidores de la ideología revolucionaria, desencadenan una desmesurada cantidad de nuevos libros que modifican de manera importante los vericuetos históricos de la nación y se mezclan a los nuevos “protagonistas revolucionarios” con los fundamentos y orígenes de las luchas patrióticas precedentes.

En medio de un clima social donde se estimula la desconfianza entre los mismos ciudadanos y hasta dentro de la familia, la delación y la intervención autoritarias de entes estatales que monitorean a la familia, ésta se convierte en un simple adorno protocolar  de la nación que a la postre solo queda para reproducción humana irregularmente controlada.

Y después de este examen rudimentario del desarrollo del “control estatal” sobre el espíritu y la conciencia ciudadanas, solo me resta recordar que aquellos cabilleros en Nuevitas eran solo el preámbulo incipiente de un espectacular y diabólico control total sobre el pensamiento, la expresión y la libertad de reunión que descansaron durante todos estos años en paz, en la paz de los sepulcros.

Jorge B. Arce

viernes, 21 de octubre de 2011

Respuesta a Harold Cárdenas, periodista cubano de la isla.

A continuación podrán leer el texto íntegro del articulista al que me he dignado responder considerando que está haciendo una apología de un criminal en franca violación de su deber de periodista; tergiversando los hechos para escalar posiciones con su editor y con la nomenklatura. Es costumbre de algunos de cientos de profesionales cubanos.
Les ruego que tengan la paciencia de llegar hasta el final.  A continuación lo que le respondí inmediatamente que leí su artículo sin hace ningún ajuste o arreglo en la redacción; tal como brotó.

Usted, señor autor de este “apasionado” relato y exasperante “defensa” que lastra el modus operandi del periodismo “revolucionario” cubano en los últimos 50 años, no ha hecho otra cosa que pretender tomar a los que leen el artículos como unos increíbles estúpidos. Toda la parafernalia de palabras adjetivizantes que emplea en sacarle las castañas del fuego a un individuo que ha regenteado la Cubana de Aviación como si fuera de su propio patrimonio no son otra cosa que una simple colección de adjetivos que utiliza para adorar a un semidios, que como usted bien dice, ha marcado pautas en su vida y en la de otras generaciones junto a su hermano Enriquito ( al que he conocido personalmente desde hace muchos años, pero que no viene al caso examinar su actitud y temperamento), al haber estado bajo las órdenes del “Guerrillero Heroico” ( no era ese su pseudónimo proselitista ? ).
Le pregunto: Realmente cree que los demás le vamos a creer que el jefe gobierna y no tiene responsabilidades de lo que hacen los gobernados ?. Se muy bien que puede contestar la pregunta porque es muy fácil; ni siquiera una lección de lógica se requiere haber tomado para responderla, pero…en el idioma normal, de la gente normal, de la gente que piensa por sí misma, de la gente que no necesita autosensurarse, de la gente que no teme decir su opinión personal sin correr el riesgo de recibir una reprimenda del editor en Jefe.
No malgaste su tiempo en el periodismo; usted no es periodista, usted es un comprometido hasta los cojones con el régimen. Lo sabe, lo entiende, pero no puede salirse de ese rumbo porque tiene miedo. Pero no miedo a que los demás le critiquen y le impongan medidas disciplinarias y hasta lo echen del trabajo ( que por cierto no es trabajo, porque idolatrar a otros no lo es, no digo el nombre que se me ocurre porque me causa espanto). Dedíquese a algo que le dignifique el alma que tiene herida porque lo han engañado y lo peor, se ha dejado engañar porque, a pesar de lo que ha escrito, que para mí es una estupidez, no creo que lo sea tanto como para creerse lo que ha escrito. Piense por sí mismo, deje de vanagloriar a otros que no le han dado nada ni hecho nada por usted. Lo que es usted se lo debe a sí mismo. Nadie alcanza una licenciatura sin aprenderse la lección. Ese título es suyo, no de la Robolución. No es culpa suya que no haya tenido que pagar nada por estudiar; esa ley adormecedora la inventó un cabrón que necesitaba justificar su endemoniado amor por sí mismo y por alcanzar la cima del poder. Respire, no se encabrone conmigo que sí le soy sincero aunque esté equivocado. Hágase un hombre digno de usted mismo, primero, y de los demás después. Deje de ofrendar a esos cabrones que han estado viviendo del cuento de la Sierra durante 50 años, compadre. Lo que hayan hecho no fue obligado; ellos se subieron en ese tren porque lo querían. Cuba no le debe nada. Lo hecho ha sido terminado. Es suficiente. No es razón para seguir manejando los bienes, la nación, las leyes, el pensamiento…a los cubanos, coño, como si fueran el mismo Dios

Jorge B. Arce



Por: Harold Cárdenas Lema La Joven Cuba nunca ha sido un espacio informativo, no podríamos proponernos eso cuando no somos periodistas y ni siquiera tenemos acceso alguno a información de primera mano. En cambio, lo que nos caracteriza es ser un espacio de opinión, ello permite opinar sobre temas específicos aún cuando no tengamos todos los elementos al respecto, pero en todo caso: ¿cuándo los tenemos? Si por carecer de información sobre sucesos polémicos nacionales nos limitáramos escribir sobre ellos, ¿cuánto escribiríamos?
Voy a referirme a un hecho que lleva meses siendo vox populi, con todo lo que le agrega el cubano y peligra convertirse en chisme. Hace un tiempo se conoció un delito de corrupción (más) en las altas esferas gubernamentales, con una característica particular, vinculado a él estaba Rogelio Acevedo, quien dirigía la aeronáutica cubana y constituye un símbolo para más de una generación. Me crié leyendo el libro Descamisados y luego viendo las aventuras televisivas del mismo nombre, Rogelio Acevedo y su hermano son para mí símbolos de la juventud que luchó en la Sierra, bajo las órdenes del Ché, imaginen mi sorpresa al ver su nombre implicado en un caso de corrupción.
Por la poco que se sabe realmente al respecto seré breve, mi análisis radica en dos temas principales: primero la falta de información que existe siempre en estos casos, y segundo el peligroso precedente que puede constituir no aplicarle el peso de la justicia si realmente estuviera implicado.

Posiblemente el pobre Rogelio no conocía lo que ocurría bajo sus narices, posiblemente confió en las personas incorrectas o incluso no controló adecuadamente los recursos y de esta forma su persona está incorrupta, en todo caso no lo sabemos. Cuando el país no cuenta con más que dos versiones informativas sobre el acontecer nacional: la disidente (a menudo inexacta o con falsedades fácilmente demostrables) y la oficial/gubernamental (bastante cierta pero edulcorada en parte y con omisiones o silencios en casos polémicos como este), está sujeto a vacíos de información que siempre van a llenar los opuestos al gobierno, dándole un matiz bastante tendencioso a la información pero al ser la única que circula sobre el tema, puede llegar a convertir se en verdad.
Un amigo me dice que la prensa nacional no tiene que estar dando explicaciones en cada caso de este tipo, algo que es debatible, pero lo que si es seguro es que por algún lado debemos conocer si nuestro héroe de la infancia en las aventuras de los Descamisados está libre de culpas o no, la duda es lo peor. Por esta razón insisto una vez más en la necesidad de que existan espacios de información ajenos al Estado, que de una forma responsable informen sobre aquello que no compete informar a las autoridades pero sí es de interés nacional, esto sin plagarse a intereses foráneos como ocurre en la actualidad con la gran mayoría de espacios informativos extraoficiales que existen en Cuba. Si existiera un espacio alternativo mediante el cual se dijera qué hay de cierto en los comentarios, nos ahorraríamos muchas incertidumbres tan dañinas en el contexto actual.
En caso de que Acevedo esté ciertamente implicado, según la versión más “callejera” que lo vincula a la compra de un avión en tierras extranjeras junto a su pareja, estaríamos ante un caso grave al que no podríamos ignorar. Recientemente su dieron a conocer las sentencias del caso y ni una palabra de Rogelio, alguien me había dicho ya en la capital que sólo perdería el cargo y estaría en una especie de prisión domiciliaria (como estuvieron Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca al triunfo de la Revolución), en caso de ser esto cierto y ser Acevedo realmente culpable: craso error.
Una vez hayamos pasado por las distintas etapas sicológicas de negación, molestia y finalmente aceptación de que un símbolo así haya cometido un delito de corrupción tan grave, tendremos que enfrentarnos al hecho de que no puede de manera alguna salir impune de ello. Peligroso precedente si por ser pertenecer a la época guerrillera o ser de la más alta dirección del país, no paga en prisión lo que la ley exige de él. Esto daría pie a que otros siguieran su ejemplo y peor aún, le otorgaría una especie de impunidad a un grupo que si bien hicieron la Revolución a riesgo de sus propias vidas con el mérito que ello conlleva, no pueden estar por encima de la ley que ellos mismos crearon.
Hasta ahora sobre Acevedo no se ha dicho una palabra oficialmente, si no estuvo implicado en el caso de corrupción, estamos fallando al no informarlo al menos parcialmente y así limpiar su nombre, si es culpable del delito, está fallando al darle una impunidad que puede revertirse en su contra y sentar un precedente peligroso. Confío en los nuevos aires que toma la política nacional y la batalla contra el secretismo que abandera Raúl tan oportunamente, el balón está ahora en su cancha.

viernes, 14 de octubre de 2011

Buceando a snorkel.

Seguramente a ustedes les agrada el silencio. No hay paralelo a encontrarse con uno mismo y con los poderes de que está dotada nuestra mente que sumergirse en el silencio. El silencio nos permite “llegar” a esas “riquezas” ocultas a la simple observación en la profundidad de nuestra conciencia. Solo les recordaré un simple y cotidiano pasaje de cualquiera de nosotros al ser interrumpido por una humeante y sugerente taza de café cuando estamos inmersos en una vaga idea que hemos conseguido _o lo estamos consiguiendo_ en el “taller de procesamiento” de ideas de nuestro prodigioso cerebro.

Por supuesto que en la mayoría de las ocasiones es difícil alcanzar ese profundo y necesario silencio que permita definir esas ideas o conexiones entre ideas que se encuentran por ahí, en cualquier rinconcito o se generan tras o durante el proceso cognoscitivo o creativo. En mi caso, aunque a veces he moldeado algún proyecto en medio del ruido ensordecedor de las máquinas con que me gano la vida, y en otros en el relativo que se alcanza entre las campanadas de Windows 7, no recuerdo un silencio más perfecto e invitador y hasta aplastante, que aquel que nos abraza cuando estamos sumergidos buceando con snorkel.

¿Han disfrutado alguna vez de ese estado de la conciencia que se alcanza bajo el agua? Sinceramente les invito a hacerlo; es fácil y poco peligroso, solo necesitan seguir algunas reglas básicas a cambio de incursionar en un mundo lleno de fantasía y belleza que no olvidarán jamás y engrandecerá su espíritu.

El silencio debajo del agua es distinto al que “escuchamos” durante la noche, acostados, abrigados de los ruidos diarios de la modernidad. Ese silencio “se siente”, por decirlo de algún modo. No se escucha, no se palpa, no se observa, no se huele. Simplemente se siente con el cerebro y llega a descubrirte que eres un simple grano de arena en el Universo y se te ocurren las ideas que nunca antes pensaste y ni siquiera sabías que eras capaz de pensar.

Una vez, en 1967 o 1966, tal vez mi prima Gladys esté segura del año exacto por una circunstancia muy personal de su familia; viviendo con mis padres como cualquier otro chico de 14 ó 15 años, en Nuevitas , Camagüey, Cuba, acompañe a mi padre en un viaje a Guanabo, La Habana, donde se encontraba Rolando, su hermano junto a su esposa e hija, en espera de la salida definitiva hacia Estados Unidos. Era un encuentro que significaría, lo sabría muchos años después_, la última vez que se vería ambos hermanos.

A la mañana siguiente de haber llegado, me escapé armado de aletas para los pies, careta, snorkel y la escopeta de ligas para lanzar arpones que pertenecían al novio de mi prima por aquel entonces, hacia la playa con la esperanza de atrapar mi primer pez sin usar sedal y anzuelo con carnada. Como quiera que sabía que no podría usar el arpón en la playa, nadé sobre el agua oteando el fondo en las cristalinas aguas hacia fuera hasta que descubrí que el fondo arenoso daba paso a uno cubierto de rocas y corales a una escasa profundidad entre 3 y 5 brazas, aproximadamente. De modo que para atrapar al pez debía sumergirme nadando hacia el fondo y arponearlo; si era muerto con el disparo, subiría con él o de lo contrario regresaría a la superficie y esperaría que muriese sin poder escapar debido a que el arpón en su extremo posterior, se encuentra unido al boyarín que flota en la superficie mediante un curricán. Esta medida es importante para mantenerse alejado el buceador de las presas que se  cuelgan en la boya mientras se pesca de ciertos peces de regular tamaño que pueden sentirse tentados de morderlos.

Hoy día,  muchos años después de aquella estupidez cometida a la sombra de mi temperamento aventurero y curioso, comprendo demasiado bien que cometí varios errores por desconocimiento del arte de bucear con seguridad para que sea un placer y no un peligro. Me justifico yo mismo pensando que era mi “primera vez” y en casi todas las “primera vez”, el novato posee un crédito por imbécil. La caza o pesca submarina no se debe practicar por uno solo; debe hacerse en pareja o más, porque pueden producirse accidentes y se necesitaría de alguien más para sobrevivir. Puede ser un calambre en las extremidades que te impida nadar o mantenerte a flote, una herida, un ataque de un pez, un golpe en la cabeza con una roca, un pie trabado en los corales del fondo, etc.

Era temprano en la mañana cuando me lancé al mar e ignoro cuánto tiempo después fue que tuve el encuentro con un pez mayor dentro del agua, donde aquél te aventaja ampliamente en posibilidades de supervivencia, durante el buceo se pierde la noción del tiempo si no poseemos un reloj que soporte el medio_; recuerdo que vi a un Ronco Blanco bastante bueno nadar entre los corales y me disponía a seguirlo, cuando un sexto sentido me avisó que había otra presencia cerca. Fue un sentimiento raro, estremecedor, como si presintiera el peligro muy cerca pero no puedes determinar qué es. Sumergido, con la cabeza a ras de la superficie respirando con el snorkel, me volteé rápidamente y tenía muy cerca una picuda o barracuda de no menos de 20 libras de peso. Un animal como ese, produce unas mordidas terribles aunque sabía que raramente atacan a los humanos a menos que cometas una estupidez. Entre curiosa y hasta hambrienta, no lo sé, estaba procesando la información que tenía de un tipo como yo. Seguramente no se había tropezado antes con alquien como el que escribe, y por eso no dejaba de mirarme circunvalando a mí alrededor. Esto era escalofriante porque no te queda más remedio que mantenerte de frente al cabrón aquel para al menos saber cuándo debes tratar de esquivarlo_si puedes_, claro que no puedes. Aquel enfrentamiento duró demasiado tiempo para mí y como no tenía otra posibilidad porque no podría irme corriendo de aquél, su lugar, me decidí a hacer algo para asustarlo y que me dejara en paz. De manera que con ayuda de piernas, brazos y con la boca inicié un movimiento de chapoteo y de burbujas que hizo que se separara a no sé qué velocidad del mi lado.

La jodida picuda no se fue, solo se alejó y conseguí a verla dos veces más antes de que desapareciera sin saber cómo y decidí no nadar más profundo por razones como ese cuerpo tubular, estilizado, con una mancha negra a continuación de las agallas y otra más pequeña antes de la cola caudal y armada de una cabeza muy grande y desproporcionada al cuerpo armada de una enorme boca en forma de pico ( de ahí viene el cubanismo picuda ) con unos dientes que se entrecruzan y porque necesitaba descompresionar dos veces antes de alcanzar el fondo, por lo que estaba a unas 8 brazas, más o menos.

Entonces fue que vi un pez pegado al fondo nadando lentamente entre los cabezos de coral y parecía una cubera. Lo seguí y me le puse detrás. Al sentirme se introdujo en unas oquedades de una roca y subí por aire. Pensaba, mientras ascendía, que le sorprendería por el otro lado y lo fijaría en el primer chance. Me precipité ante el temor de perderlo, lo veía demasiado bueno de tamaño en mi desesperación por atraparlo. Al mirar hacia el hueco vi  la cabeza de un pez y sus ojos; le disparé casi sin aire y subí a respirar. Regresé y tiré del sedal y conseguí la segunda sorpresa: Había arponeado a un pez Guanábana. Era lo peor que me podía pasar. Primero, no se come y tiene el cuerpo cubierto de unas espinas formidables y lo peor era que no podía extraerle el arpón que entró rompiendo el hueso de la cabeza entre los dos ojos.

Pero no era lo peor de todo, sino que al morir se llenaba de agua como una gran pelota y tuve que hacerme cargo de arrastrarlo porque no podía ni siquiera librarme del arpón.

Tirando del Guanábana hacia el boyarín me encontraba a flote respirando con el snorkel, cuando un ruido inusitado de aire bruscamente expulsado y chapoteo sentí a mis espaldas. Me cagué casi, por supuesto, no me avergüenza decirlo, porque el ruido era demasiado después de horas sumergido en el silencio submarino. Se trataba del novio de mi prima que había llegado hasta mí nadando sin parar desde la orilla que estaba muy lejana y estaba muy cabrón porque decía que yo era un comemierda, que ni el boyarín se veía desde la playa a pesar de que era amarillo.

Confieso que el susto que me dio fue más grande que el encuentro con la picuda y cuando divisé la lejanía de la playa y la soledad del mar donde me encontraba comprendí que era un perfecto idiota.



Jorge B. Arce

miércoles, 5 de octubre de 2011

Rumores

Son una especie de “noticias” extra media que alcanzan a sujetos, cosas o hechos alrededor de todo el mundo son utilizados de vez en cuando por grupos de control o de gobierno con dominio de medios de  difusión de noticias con propósitos generalmente ocultos. Diseminar una noticia sobre un hecho que, por su incidencia en un grupo social importante por su número y consecuencias, se convierte en noticia aunque la fuente de origen de ese conocimiento sea dudoso.

El rumor es un arma de doble filo. Cuando es echado a rodar por un ente individual que solo tiene en cuenta ese ejercicio como mera distracción, no tiene grandes efectos para un grupo aunque sí pudiera provocar una ola de comentarios sobre una persona en particular.

Para cuando un rumor es difundido por intermedio de órganos de difusión de noticias establecido para surtir esperado efecto, es un crimen, es terrorismo. En Cuba suele ocurrir un hecho muy peculiar respecto a los rumores. Claro que en la propia y particular naturaleza del sistema social propio de las llamadas “sociedades cerradas”, se presume como algo propio y consecuente de esa exclusión de la voz de la mayoría mediante el imperio de la voz oficialista. Ocurre que la gente, para expresarse, acude a este artilugio que no siempre es producto de vecinos y conocidos pendientes de la vida de otros; repitiendo a pura voz determinadas afirmaciones que se difunden de persona a persona o de grupo a grupo.

El gobierno y su formidable aparato propagandístico durante años ha aprovechado este método popular adaptándolo a sus necesidades de manipulación. Se cuenta que Fidel Castro solía reunirse periódicamente con determinadas personas para que le informaran acerca de los rumores callejeros referidos a medidas o artículos oficiales para medir el alcance de aceptación de éstas. Un método poco ortodoxo pero efectivo y que hace suponer a las mayorías, la supuesta “conexión” que su gobierno tiene con ellas.

Así, cuando se enconaba en los pasos del diseño de alguna norma económica, política u otra, parte de las transformaciones que se mantuvo haciendo durante todo su extraordinario dominio del poder político, sintetizaba rumores artificiales acerca de las mismas y las hacía difundir como instrumento de sondeo de la opinión pública popular. De modo que según los resultados podía añadirse al cuerpo de las normas jurídicas determinados apéndices jurídicos para proteger la norma contra las respuestas de oposición.

Nada, era como una vacuna al feto contra la viruela.

¿Virulento, verdad?



Jorge B. Arce

martes, 4 de octubre de 2011

Paseo a caballo

Paseo a caballo.

Durante mi niñez y adolescencia fui creciendo en un pequeño pueblo de provincia llamado Nuevitas, en la provincia de Camagüey. La calle donde estaba situada la casa donde vivía con mi hermana y padres, se encontraba en una de las calles descendientes de la colina que sostenía  la parte alta del pueblito hacia la bahía, lo que me permitía, apenas a unos 400 metros del mar, apreciar cómo se hallaba éste para dicidir mis salidas y escapadas de pesquería con alguno de mis amigos o simplemente solo. A mi madre no le gustaba porque temía que me fuera a ocurrir algo malo durante esos ensayos de pesca y no por tiburones o ataques de otros peces, _en aquellos tiempos nunca se vio la aleta dorsal de un escualo por ninguna parte en la bahía_, sino porque mi temperamento era aventurero y eso me puso en peligro más de una vez.

En el barrio, donde se mezclaban gente pobre como mi familia y de clase media o incipiente, vivía también un amigo de correrías llamado Carlos, de apellido Font. Los ingresos de su familia provenían del oficio de su padre, un excelente fotógrafo y veterano de la guerra de Corea, que hablaba un correcto inglés, les permitía obsequiar a su hijo Carlos y al mayor, Luis o Wichy, obsequiarlos con regalos que yo no podría conseguir. Uno de esos regalos de cumpleaños que Carlos recibiera fue una yegua alazana que nombró Mariposa.

Era un animal saludable y brioso, de unos 2 ó 3 años de edad, que con Carlos en la montura y yo a las ancas, no permitió recibir muchas gratificaciones emocionales durante los cortos recorridos que revivían nuestras fantasías de niños al estilo de los héroes de los filmes que se rodaban por aquellos años.

Uno de esos recorridos a media tarde nos llevó en la dirección de la punta del Guincho, un despoblado sitio junto a una ensenada marítima y poco explorado por nosotros en las excursiones a pie.

Carlos tuvo una idea que inmediatamente puso en práctica: pedirle a un amigo de su padre, ex guarda vías del ferrocarril y que cuidaba de la yegüita en su casa a camino de la punta del Guincho, de su caballo de montura que usaba para ir al pueblo por los mandados cada semana. Así que nos vimos jinetes de ambos animales solo que Carlos tomó la yegua de su amigo y yo galopé en Mariposa que no era tan nerviosa como el otro animal, cosa que le agradecí enormemente a Carlitos porque si no recuerdo mal era la primera vez que montaba al lomo de un cuadrúpedo.

Así nos hicimos al trote primero y al galope después que no disfruté nada porque empleaba más energía, atención y tiempo en sostenerme encima de la silla que en sentir el golpe del viento en el rostro sobre el equino, a través de un estrecho sendero bajo pequeños árboles.

Del sendero nos introdujimos en un camino real sorteado de Bien Vestidos o Piñón Florido, que son arbolitos que hacen el papel de postes de las cercas de alambre de púas que delimitan los linderos de los potreros y fincas. Avanzamos despacio en fila india cuando la yegüita Mariposa empezó a resoplar y mover la cola con gran intensidad. Simultáneamente se escuchó el relincho de un caballo bastante cerca y nos detuvimos porque lo siguió repitiendo varias veces más. Fue entonces que lo vi corretear en galopes circulares moviendo con intensidad la cabeza. Era un caballo negro y blanco que se encontraba suelto en el potrero que limitaba la cerca donde nos encontrábamos nosotros avanzando y que se desplazó rápidamente hacia nosotros cuando llegamos a un claro menos espeso de los Bien Vestidos.

El animal se hallaba en una especie de shock nervioso y hacía todo tipo de murumacas posibles para llamar la atención; era como si las hormigas le estuvieran picando el trasero. No se estaba quieto y resoplaba como si fuera un tren frenando loma abajo. Lo mismo trotaba que galopaba en la patas delantera y se paraba en las traseras y empezó a hacer gala pública de las magníficas facultades de su emblemático sexo que empezó a crecer desmesuradamente.

Nosotros éramos niños pero no bobos y comprendimos que algo no estaba bien, solo que no lo habíamos descubierto de qué se trataba hasta que comprendí que el potro se acercaba peligrosamente a la cerca donde me hallaba al lomo de Mariposa y pude ver muy cerca la dilatación de sus fosas nasales. Fue un corrientaso ¡comprendí que estaba en peligro porque estaba al lomo de una yegua que no se movía por más que le daba con la fusta. Fue una suerte que lograra asirme de las ramas bajas del Bien Vestido más cercano porque el potro saltó por encima de la cerca y se precipitó sobre la Mariposa que lo esperó al pie del cañón y con muchísimo entusiasmo por recibirlo. ¡Desde los palcos pudimos apreciar por primera vez cómo se hacían los potricos!

Lo demás pueden imaginarlo. Tuvimos que esperar como dos horas a que los ánimos de los animales se calmaran y que apareciera el dueño del potro de no se sabe dónde diciendo palabrotas y pidiendo el nombre de nuestros padres para saldar cuentas. La expedición terminó sin haber comenzado, con un gran susto, una lección aprendida pero con la duda de no poder determinar cuándo no se debe cabalgar en una yegua.

Jorge B. Arce