martes, 3 de junio de 2014

Dos niñas apuñalan a otra.







Han visto que sólo son unas niñas. Aún no han aprendido a "andar". Andar por la vida supone un aprendizaje arduo, tenaz y dirigido. Los padres tienen la obligación moral y legal de abrir ese camino a los descendientes, lo que supone la creación subconsciente de conceptos que obran como rutas del comportamiento.




Hasta aquí seguramente todos concuerden conmigo. El problema comienza cuando falla este sistema coherente porque si los padres están incapacitados, por alguna razón, de dirigir y perfeccionar adaptando la generalidad a la especificidad de sus hijos, todo queda en un discurso.
Esta nueva variante supone otras más: ningún concepto prudente; conceptos incongruentes con la personalidad del tutor y tutela bajo el auspicio del padre no conceptual en algunos tópicos. Los hijos heredan eso, inevitablemente.




La fantasía, por ejemplo, es un beneficio en ciertas edades y cuando empiecen a rebasar debe mostrarse la diferencia entre la realidad y la fantasía. Puede soñarse con consecuencias pero debe aprenderse a evaluar esas consecuencias .Es un trabajo arduo el de los padres, más cuando sus hijos demuestran luchar por su emancipación muy temprano; es un inequívoco indicio de que algo ocurre con la psiquis del pequeño; algo prohibido pretenden y por ello debe encenderse una alarma que abarca el área de los conceptos de la formación de la personalidad.

Los padres, con seguridad, no dedican el tiempo necesario al control de las actividades escolares y extraescolares de sus hijos, lo que los coloca en una zona de peligro en la formación de su carácter. Los hechos macabros que suceden como consecuencia de ese control y más, la sospecha de una enfermedad mental, ponen en riesgo a otros.

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