viernes, 16 de septiembre de 2011

La nacionalidad (procedencia) y la racionalidad en el tema inmigratorio de los Estados Unidos.

La nacionalidad (procedencia) y la racionalidad en el tema inmigratorio de los Estados Unidos.

Los Estados Unidos son, desde que tengo uso de razón, el lugar hacia donde casi todos los que por una razón u otra pretenden emigrar, se proponen hacerlo su destino. A este gran país, donde principalmente se respira libertad a pleno pulmón, que sus gentes han marcado pautas en el desarrollo y conocimientos científicos, llegan personas todos los días procedentes de los más insospechados rincones del planeta a través de sus fronteras legalmente y también ilegalmente.

La emigración de personas se justifica en el propósito de mejorar y encontrar una vida mejor para el individuo y su familia y ha existido desde la misma prehistoria, pero siempre por causas relacionadas con el bienestar y con la seguridad.

Estados Unidos, mundialmente conocida como América, ha servido de refugio a hambrientos de África, de Asia y de América Latina. Ha recibido a perseguidos políticos de todo el mundo cosa que le ha causado desavenencias diplomáticas con regímenes despóticos y totalitarios. Tanto los unos como los otros, han encontrado abrigo en Estados Unidos donde son tratados como no lo fueron en sus países de origen. Esto se debe a que las normas de convivencia social están estructuradas a la manera occidental más respetuosa por los derechos civiles del ser humano refrendado en la constitución de la nación.

La mayoría de los inmigrantes adoptan una conducta asimiladora de las normas generales de la sociedad estadounidense, sin descartar las nativas; han estudiado, trabajado y creado sus familias. Han estado presentes en todos los conflictos y momentos importantes que ha protagonizado el país en la lucha constante por salvaguardar la democracia en todas partes del planeta, haciendo causa común con los propios americanos y dando hasta su vida.

Excepto en el cargo de presidente de la nación, han incursionado y ocupado puestos en todas las esferas del gobierno, el congreso y los tribunales. Alcanzado grados científicos y en el entramado empresarial que hace grande a este país. Desde puestos en la NASA hasta directores de multinacionales, los inmigrantes o sus descendientes, han contribuido a engrandecer las potencialidades de los Estados Unidos.

No obstante, existe un tipo de inmigrante en Estados Unidos que no es parte del impetuoso ritmo de desarrollo del país. Es el que no asimila su cultura, ni sus costumbres y que obedece sus normas a regañadientes. Es el que vive con un bajo perfil, casi sin rostro, en la penumbra, alejado de todo aquello que lo pueda identificar. Es el inmigrante ilegal.

El inmigrante ilegal es la persona que busca a todas, todas,  recursos en los Estados Unidos porque no los encuentra en su país nativo; donde no estudió, ni alcanzó cargos importantes. Es uno más, uno que quiere probar suerte en un país donde todo está creado…excepto el esfuerzo.

El inmigrante ilegal es un individuo que decide trasladarse hacia Estados Unidos aunque nunca ha pedido permiso a las autoridades correspondientes para que le concedan visa. No cuenta ni con los bienes para hacerlo, ni con las posibilidades técnicas y mucho menos con voluntad. Su vida en su barrio, en su pueblo no da más y decide probar suerte, no hay nada que perder, esta sin empleo y tiene que mantener una mujer y un hijo. De modo que se monta en el tren de la aventura que resulta trasladarse desde su país hacia Estados Unidos atravesando Centroamérica o el estrecho de la Florida; la primera opción es más cómoda.

En su mente no está crear un hogar, una familia, hacerse de un titulo; simplemente trabajar como un mulo y hacer dinero suficiente para “levantar” su propia vida de regreso en su pueblo natal donde quedó su familia esperándolo.

Llegados hasta aquí es fácil comprender que la incidencia del individuo en la comunidad no es ni remotamente parecida, de ahí que las oportunidades de uno y otro anden por caminos opuestos.  Escollos podemos encontrar en cualquier parte, pero es simple imaginar que el inmigrante ilegal encontrará tantos que por un momento se encontrará ante la línea que no debe cruzar o regresar a su país.

En un momento así, es difícil imaginar que podrá decidir el ser humano. Tener una familia que mantener y no encontrar trabajo es un peso enorme porque no hay a dónde acudir; no hay amigos, conocidos, familia…tampoco a entidades del gobierno que puedan apoyarlos porque son infractores de la ley, y los hijos piden comida. Creo que una situación como esta no es soportable por mucho tiempo debatiendo el dilema de si delinco para alimentar a mi familia o la veo morir.

Sin el sostén de una investigación social que respalde mi tesis pienso que el 50 por ciento de los casos traspasará la línea que no debe traspasar por alimentar y sostener a sus hijos y del resto, un 40 por ciento regresará a su tierra natal. Digo esto porque traspasar la línea delgada de la legalidad tiene un aliciente para este de grupo social que contrasta con las teorías de la criminología, y es que el futuro autor de determinado crimen se decidirá en medio del iter críminis o camino del crimen si decide que es difícil ser descubierto, lo que encaja en el perfil del indocumentado porque, precisamente, no tiene documentos, no existe en ningún sistema de control de extranjeros, no tiene rostro, no es detectable a menos que lo atrapen en el momento en que comete la fechoría.

Hay otro elemento a considerar con atención respecto a las personas que violan las fronteras y se introducen en la comunidad a vivir como los demás, compartiendo todos los lugares públicos comunes. Se trata del hecho de que carecen de control sanitario. Al no ser revisados o no mostrar que lo han sido antes de trasladarse al país receptor, el extranjero ilegal se convierte en potencial portador de enfermedades contagiosas que padece sin saberlo o sabiéndolo. En el caso de lugares exóticos como algunos de Centroamérica, donde existen enfermedades tropicales de difícil detección y de rara sintomatología, es un elemento importante a considerar.

En lo particular, a mí no me molestan ni perjudican en absoluto los inmigrantes ilegales, pero tampoco los apruebo, como no apruebo lo subrepticio en sus formas más generales; solo me limito a mencionar algunas de las cosas que me pasan por la mente.

Jorge B. Arce

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