miércoles, 5 de octubre de 2011

Rumores

Son una especie de “noticias” extra media que alcanzan a sujetos, cosas o hechos alrededor de todo el mundo son utilizados de vez en cuando por grupos de control o de gobierno con dominio de medios de  difusión de noticias con propósitos generalmente ocultos. Diseminar una noticia sobre un hecho que, por su incidencia en un grupo social importante por su número y consecuencias, se convierte en noticia aunque la fuente de origen de ese conocimiento sea dudoso.

El rumor es un arma de doble filo. Cuando es echado a rodar por un ente individual que solo tiene en cuenta ese ejercicio como mera distracción, no tiene grandes efectos para un grupo aunque sí pudiera provocar una ola de comentarios sobre una persona en particular.

Para cuando un rumor es difundido por intermedio de órganos de difusión de noticias establecido para surtir esperado efecto, es un crimen, es terrorismo. En Cuba suele ocurrir un hecho muy peculiar respecto a los rumores. Claro que en la propia y particular naturaleza del sistema social propio de las llamadas “sociedades cerradas”, se presume como algo propio y consecuente de esa exclusión de la voz de la mayoría mediante el imperio de la voz oficialista. Ocurre que la gente, para expresarse, acude a este artilugio que no siempre es producto de vecinos y conocidos pendientes de la vida de otros; repitiendo a pura voz determinadas afirmaciones que se difunden de persona a persona o de grupo a grupo.

El gobierno y su formidable aparato propagandístico durante años ha aprovechado este método popular adaptándolo a sus necesidades de manipulación. Se cuenta que Fidel Castro solía reunirse periódicamente con determinadas personas para que le informaran acerca de los rumores callejeros referidos a medidas o artículos oficiales para medir el alcance de aceptación de éstas. Un método poco ortodoxo pero efectivo y que hace suponer a las mayorías, la supuesta “conexión” que su gobierno tiene con ellas.

Así, cuando se enconaba en los pasos del diseño de alguna norma económica, política u otra, parte de las transformaciones que se mantuvo haciendo durante todo su extraordinario dominio del poder político, sintetizaba rumores artificiales acerca de las mismas y las hacía difundir como instrumento de sondeo de la opinión pública popular. De modo que según los resultados podía añadirse al cuerpo de las normas jurídicas determinados apéndices jurídicos para proteger la norma contra las respuestas de oposición.

Nada, era como una vacuna al feto contra la viruela.

¿Virulento, verdad?



Jorge B. Arce

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