jueves, 13 de septiembre de 2012


¿La táctica de Robin Hood?

En medio de la campaña política por las elecciones presidenciales, observo uno de los argumentos que usa el Partido Demócrata para desacreditar los planes de su antagonista: Que Roomey promete incentivar la creación de más puestos de trabajo mediante estímulos a los más ricos, en lugar de ayudar a los pobres que más necesitan y que más sufren la crisis económica general que enfrenta el planeta.

Quisiera transcribir uno de los fragmentos de la memoria política del presidente Lincohn:

“No se puede ayudar al pobre destruyendo al rico.

No se puede fortalecer al débil debilitando al fuerte.

No se puede traer prosperidad desalentando el ahorro.

No se puede elevar al asalariado destruyendo al patrono.

No se puede avanzar la hermandad entre los hombres incitando el odio de clases.

No se puede construir el carácter y la valentía quitándoles la iniciativa e independencia a los hombres.

No se puede ayudar a los hombres permanentemente haciendo por ellos lo que podrían y deberían hacer por sí mismos.”

No se requieren comentarios al respecto.

Soy pobre de riquezas, de bienes, de poder adquisitivo, pero no me considero un pobre de mente. Esto es que antes de tomar partido por los pobres o por los ricos, pienso.

Este asunto es algo más que una campaña electoral y hay que verlo así y enfrentarlo así, y no abstenerse a colocarse en pro o en contra de tales afirmaciones democráticas de descredito.

Primero. Es cierto que en tiempos de bonanza económica todos andamos risueños y gastando en bienes de consumo. En tiempos de crisis nos apretamos el cinturón y observamos la frugalidad como una virtud. Otros lo hacen también. Si me comparo con un rico entonces, superficialmente diría que el tipo rico no siente en su lomo este tiempo difícil porque veo que sigue manejando un carro de lujo, viviendo en una mansión, comiendo en restaurantes caros, viviendo “bien”. Escuchamos en cualquier parte que los ricos viven bien hasta en tiempos difíciles. Esa es una afirmación de Perogrullo. Lo que ocurre es que solo observamos una parte de la realidad, la otra, oculta a nuestros ojos demuestra que los ricos también sienten en sus bolsillos esos tiempos difíciles porque aumentan los costos de producción, insumos y disminuyen las ventas y por tanto disminuyen los ingresos netos y también los intereses de los bancos de crédito se disparan. Si no fuera así no habría empresas quebrando a diestra y siniestra.

Lo que digo es que esa es una comparación banal, superflua. Tales datos son engañosos. Lo cierto es que no conozco a ningún pobretón que genere riquezas porque simplemente no puede invertir para reproducir. Carece de capital. Los capitalistas sí pueden generar riquezas produciendo bienes de consumo y, de paso, contratan a sus empleados para producirlos. Parece una paradoja pero no lo es, es un apotegma económico. El pobre, el empleado alquila su propia y única riqueza: su fuerza de trabajo que vende al capitalista que le paga un sueldo por ella y con éste consigue sobrevivir y reproducirse. El rico posee un capital dividido en activos y pasivos. Los primeros le brindan la oportunidad de invertirlos para incrementar la inversión mediante su movimiento cíclico.

Si los demócratas aumentan los gastos de los ricos para generar riquezas a los que actualmente existen, y dirigir estas cifras a programas de ayuda a los pobres y necesitados, ocurrirá que disminuye la ganancia del capitalista y evitará contratar mano de obra aumentando el desempleo...

Ya lo argumentaba el presidente A Lincohn: No se aumentan las riquezas distribuyendo las existentes entre todos.

Jorge B. Arce

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario