Imperio doméstico isleño.
Recientemente uno de los medios entrevistaba a un grupo de balseros cubanos
que arribaron al Sur de la Florida a bordo de una frágil embarcación.
En su mayoría son jóvenes, nacidos con la revolución de 1959 y en respuesta
a la pregunta de por qué abandonaban Cuba, explican que sus motivaciones no son
políticas, si no económicas; que buscan mejor porvenir y nivel de vida para sus
vidas, comer, tener un carro, viajar, vestirse a la moda y disfrutar de la vida
y no seguir viviendo en la miseria en que han vivido hasta ahora.
Si hubiera sido yo el periodista que les entrevistó, inmediatamente haría
una segunda pregunta: “ Y en opinión de ustedes, cuáles o cuál es la causa de
que hayan vivido hasta ahora en esa miseria que mencionan ha existido en sus
vidas?...”
Pero el reportero no hizo esa pregunta. Ignoro la causa pero es una pregunta
obligatoria porque nuestra forma de vivir es política, porque la economía es el
resultado del pensamiento político. Claro que el reportero sabe aunque no esté convencido,
que el tema de las relaciones de PAZ con el gobierno cubano está dentro de los
principales puntos de la agenda presidencial de Estados Unidos que en materia
de información es un producto que se “vende” porque unos más y otros menos, la
compran.
_”No, no tenemos ningún tipo de problema con el gobierno cubano”. Fue la
respuesta de uno de ellos convertido en “vocero
per se” de todos los demás. Ni uno sólo alzó su voz para replicar: “ No, un momento; yo si tengo problemas con el
gobierno cubano porque es el principal responsable de que la gente en Cuba no
pueda pensar, hablar, reunirse, disentir, pedir explicaciones, acusar, señalar.
En fin, de no ser libres de proyectarse realmente como uno piensa”.
Ante tal hecho no puedo más que preguntarme: Mienten motivados por el
omnipresente terror policial arraigado hasta la médula en gran parte de los
cubanos de la isla y no de la isla?; o, ¿ciertamente esa respuesta refleja la
conciencia de esos individuos recién llegados?.
No deseo adivinar pero puedo conjeturar. Y creo que una gran parte de los
cubanos no tiene un concepto claro o comprensible de las libertades civiles,
libertades individuales; de que la soberanía de la nación radica en el
individuo y no en el estado; de que el estado existe únicamente para servir al
individuo; de que los oficiales gobernantes son servidores de los ciudadanos y
no al revés; de que un gobierno es una administración para invertir ética,
equitativa y justamente las riquezas que producen sus nacionales y no al revés;
de que los individuos elegidos en el parlamento defienden consecuentemente, los
intereses de los ciudadanos a quienes representan y no al partido; de que
nación, como concepto, no significa estado; que si un solo partido político
detenta el poder absorviendo para sí el Derecho de designar administradores,
legisladores y jueces, no es democracia, sino dictadura.
Sin estos conceptos, que no son todos, no puede originarse una respuesta
coherente a la simple pregunta que hizo del reportero. La respuesta ofrecida
por uno de esos pobres seres, pobres de pensamiento, es el reflejo de una
conciencia social resultado de 54 años de trabajo selectivo, colectivo,
ideológico que comienza desde que el niño escucha una idea distinta de sus
padres en su casa y luego los escucha pronunciar lo opuesto en las calles. Es
el resultado de la pasividad con que los cubanos, casuales testigos de una
golpiza a unos pacíficos ciudadanos que protestan, observan a otros propinarle,
sin mover un solo dedo o voz de protesta.. Es el resultado de una política
nacional abyecta dirigida a convertir al cubano en su propio censor de
opiniones que se logra porque el partido político posee el control de todos los
medios públicos. Es el resultado de la política de “silencio” aplicada
eficientemente en la sociedad cubana; de cero acceso a la información interna y
externa. Los cubanos desconocen quiénes son los disidentes que se enfrentan
valientemente a la policía política del gobierno; ni siquiera saben cómo logran
los pocos resultados que obtienen en la arena internacional, muchos más que en
la doméstica.
Esta conclusión me sugiere una idea interesante. Si en Cuba, producto de
las relaciones comerciales con Estados Unidos, en primer lugar, y con la
apertura a líneas de crédito de bancos estadounidenses y con el resto de los
países, los ciudadanos comunes comenzaran a tener acceso a todos los bienes del
mercado que conocemos los que vivimos en una sociedad tal; pudieran comer tres
veces al día lo que gusten; tener un auto y prescindir de los apelotonamientos
de gente dentro de los “camellos” ( buses ); a estos cubanos no les importaría
en absoluto que un reducido grupo de individuos mantuviera por los siglos de
los siglos el poder político concentrado en sus manos y manejándolo a su antojo
y beneficio. A ese cubano simple e imperfecto, se le antoja dar salida a sus
necesidades y pasiones.
Dentro de las necesidades de ese mismo cubano, la mayoría, lamentablemente
en Cuba, no está agendada la política. No le importaría que sus medios de
prensa anuncien cumplimiento de planes y metas, de triunfos revolucionarios, de
triunfos en los deportes o del honor revolucionario de los profesionales
cubanos en el extranjero o que los pocos canales de TV y Radio en la isla
repitan constantemente hasta la sociedad las interminables mesas redondas
adornadas por periodistas payasos y saltimbanquis; cambiarían a otro canal de
cable no gubernamental y esta ausencia de motivaciones políticas desprendidas
de la desconceptualización social, permitiría a los descendientes del clan
gobernante mantener sus envidiables posiciones de imperio doméstico isleño.
Jorge B. Arce
Miami
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