martes, 9 de octubre de 2012

La Perestroika y la reelección de Chávez.


La Perestroika y la reelección de Chávez.

Concluido el proceso electoral para elegir jefe de estado en Venezuela, observo a mí alrededor variados y encontradas manifestaciones de sentimientos y opinión. Las primeras se extienden desde la frustración y la desesperanza hasta el odio. Las opiniones son encontradas porque los que las expresan se inclinan a uno y a otro bando político venezolanos.

Obviamente que para entender tales criterios y su justificación, así como el resultado del proceso electoral, hay que indagar en el desarrollo (involución para muchos) de la sociedad  venezolana con Chávez.

“_Yo quiero convertir a Venezuela, Comandante, en un país como Cuba”.

Le dijo desenfrenada e irresponsablemente Hugo Chávez, cuando era oficial de paracaidistas a Fidel Castro durante su primer encuentro personal en La Habana por allá por el año 1988.

Es forzado hacer un paréntesis histórico, pero antes déjenme imaginar lo que le contestara el “aguerrido” (o guerrero Armando Guerra, digo, Fidel Castro):

“_Compañero Teniente Coronel. En ti vislumbro el luminoso futuro de la patria de Bolívar. No te desanimes. Reúne a tus seguidores incondicionales. Yo te guiaré entre las espinas del arduo camino al poder.









Como decía, la Unión Soviética de Gorbachov entonces había iniciado un proceso irreversible de desarrollo político social conocido como Glasnot y Perestroika, con marcados ribetes democráticos desconocidos en una sociedad cerrada como la soviética. Castro sabía eso. Adivinaba las consecuencias de una Rusia sin sovietismo y las graves consecuencias que para su gobierno tendría. Había mucho en juego. Lo comprendía. La inmovilidad de la sociedad cubana sería la primera consecuencia de la perdida de la asistencia que la URSS ofrecía a Cuba anualmente en efectivo, petróleo, asistencia técnica, científica, transporte, alimentos, madera, pertrechos militares, etc, etc, etc.

No debe extrañarle a nadie que teniendo ante sí a aquel militar medianamente culto, cuartelario por añadidura, izquierdista y admirador suyo para rematar tantas “cualidades’, Castro descubriera y elucubrar lo que podría convertirse en su más grande proyecto de expansión y al mismo tiempo de supervivencia ideológica hasta ese momento. Manejar psicológicamente a Chávez no era tarea que no pudiera emprender y cumplir a su antojo. Los hechos posteriores lo han demostrado fidedignamente. El enquistamiento castrista en todos los niveles del poder del estado venezolano es tan grande como escandaloso.

Recuérdese que excepto uno, todos los procesos electorales experimentados en la Venezuela con Chávez han sido manejados indirectamente por la agentura cubana; los venezolanos carecen de esa experiencia política, lo que ha permitido el inicio del desmantelamiento de las instituciones democráticas más débiles hasta el momento. Y aun el perdido proceso fue “recobrado” por la fuerza del desparpajo de la asamblea nacional cuando confirió poderes legislativos al presidente burlando lo que el pueblo no aprobara antes; la tristemente famosa Ley Habilitante.

Las elecciones pasadas no podrían tener otro fin que el visto. Chávez no permitiría la declaración de ninguna victoria al opositor. Estaba dispuesto a todo y hasta la aviación de combate en San Antonio de los Baños, La Habana, estaba en alerta de combate durante el domingo y lunes pasados.

¿Por qué? Por qué se pasearon los blindados por Caracas?

No es casual que oficiales y agentes cubanos del ministerio del interior controlen los aparatos estatales de registro y control de identidades. ¿Para qué Chávez necesita pagar esa asistencia? No es su iniciativa, se trata de un plan orquestado desde el Palacio de la Revolución en La Habana.

¿Cómo explicar que el centro electoral venezolano y La Habana estén conectados por Internet directamente?

Conocidos estos detalles, ¿qué podía esperarse?

Los más esperanzados repetían que Capriles movía mas pueblo que Chávez; bien, ¿y qué? Desde siempre se rumoraba que no respetarían elecciones limpias; no pueden darse el lujo, simplemente.

No habría sido lógico esperar otro resultado. Psicológicamente muchos nos auto engañamos con una incongruente esperanza de justicia social. La realidad es otra y es manejada por finos hilos desde La Plaza de la Revolución en La Habana. No puede haber ni habrá elecciones honradas en Venezuela mientras Chávez tenga la sartén por el mango.

Jorge B. Arce

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