Cruel hipocresía.
En los medios de prensa nacionales
hay un determinado grupo de personas relacionadas con el periodismo, los shows,
la noticia y el activismo cívico que se pronuncian continuamente sobre tres
temas controvertidos de la actualidad:
-el control de armas;
-la presencia de las cámaras de
vigilancia en las calles y espacios públicos y
-la inmigración.
Y percibo algo sintomático en esas
opiniones sobre aspectos que están relacionados entre sí por un mismo catalizador:
la libertad individual, base de los fundamentos de la nación.
Estados Unidos de América es la
sociedad que goza de mayores libertades en todo el planeta. Es un hecho
indiscutible.
Es aquí donde usted tiene la posibilidad
de diseñar, emprender y conquistar sus sueños o el más loco de sus proyectos
sin que nadie se le interponga (hablando en términos de razonabilidad).
Nadie le pregunta de dónde viene, a
dónde va. Si cree en algún dios o en todos los dioses o en nada. Nadie le
bloqueará el paso como transeúnte, lo contrario, se lo franquearán en todas
partes. Nadie le mirará insistentemente por más de 5 segundos ni le criticarán
ese ridículo sombrero que se empeña en colocarse todos los días. Tampoco le
criticarán su animosidad a poseer 10 o 20 mascotas ni a veranear en invierno.
Puede, sin ser rechazado, trabajar en dos o tres lugares, si lo soporta. La
policía nunca lo detendrá mientras conduce a menos que haya infringido una
regla o su actitud sea razonablemente sospechosa.
No es por admirar la estatua de la
libertad, las Everglades o el puente de San Francisco que la gente se “la juega”
tratando de alcanzar territorio norteamericano.
Aquí es donde se rozan la
inmigración ilegal y la posesión de armas. Los que opinan sobre el control de
armas expresan que deben monitorearse los antecedentes del comprador
previamente a la adquisición del arma, así como capacidades de cargador y tipo.
Pero un momento. He adquirido tres armas distintas en los últimos tres años y
no he conseguido llevármela a casa sin antes recibir el vendedor el beneplácito
de la policía. Así que no está muy claro para mí esta afirmación, pues opino,
en mi caso, que han alterado la verdad. Ni siquiera en los Guns Shows el
adquirente puede llevársela sin que se requieran sus antecedentes. Y hablo de
primera mano.
Y si ese es mi caso, que no soy
excepción, presupongo que se produce igual en todos los demás.
Luego entonces, ¿de cuál control
sobre la venta de armas hablan los detractores?
El caso más reciente en Connecticut
el autor no era un poseedor de armas, la sustrajo del lugar donde su madre la
guardaba, no adquirió en una tienda de armas ni requirió el permiso para
portarla. Lamentablemente se trató de un enajenado mental y de una negligencia
considerable de su madre.
Comprendo también que estos cuestionadores
de la libertad de movimiento basan sus expectativas en la deducción de que los
malhechores podrán disponer de menores oportunidades si circulan menos armas,
lo que es un disparate y una agresión al derecho de poseerlas. Y me recuerda al
director de escuela que prohibió a sus alumnos comer caramelos para evitar que
arrojasen las envolturas en el patio escolar. Es un disparate porque sólo hay
que deducirlo colocándose en los zapatos de un rufián que planee eliminar a
otro sujeto con un arma de fuego. No lo haría con su propia arma adquirida en
Florida Guns o en otro establecimiento, sino que la adquiriría del mercado
negro para entorpecer la pesquisa policial que rodea a un crimen.
Esa posición de secuestrar la
libertad de acción que disfrutamos los que residimos bajo el imperio de la
bandera de las barras y las estrellas coarta la libertad y crea un nefasto
precedente social y judicial.
Y lo contrastante con esta posición
lo es el hecho de que estas mismas voces que aúllan para imponer control a esa
libertad, se colocan en el lado opuesto de otros que quieren condicionar la
solución a los 11 millones de indocumentados a rigurosas condiciones y a la
hermeticidad de controles fronterizos. Es decir, de un lado enclaustran más el
ejercicio del derecho a adquirir un arma de fuego por conveniencias de razones
personales y de otro aflojar la cuerda para que esa cifra de gente desconocida
adquieran el acceso a la libertad que gozamos los que hemos cumplido con las
reglas y se oponen a remediar tratados con Méjico sobre la “porosidad” de la
frontera que separa ambos países, así como de los hechos derivados de ese
tránsito ilegal desde aquel país por personas que delinquen para lograrlo y que
allí están los comandos de los tres cárteles de la droga más peligrosos del
hemisferio con ramificaciones en los propios Estados Unidos.
Y esas mismas voces son las que se “desgarran
las vestiduras” contra las cámaras de vigilancia porque “invaden” nuestra
privacidad; ¿qué privacidad, señores? Es ridículo. Esas mismas cámaras que
acusan de “robarnos” nuestros misterios personales como cojear, mirar el
trasero de las mujeres con que nos cruzamos o explorar las fosas nasales con un
dedo, son las mismas que “cazaron” a los autores del atentado de Boston. Hay
que destacar que en esta guerra que los extremistas islámicos le han declarado
a Estados Unidos por su cuenta y riesgo y actuando desde las sombras, sus
agentes libran las acciones en “un campo de batalla” que son nuestros trenes,
buses, maratones, edificios, etc. Por ello, cuando son descubiertos, se aplican
los procedimientos determinados para su captura como combatientes terroristas
en el campo de batalla en medio de una guerra, no como asaltantes de bancos.
Estos mismos críticos del
reforzamiento de la defensa de nuestra integridad gozan tomarse fotos con los
más humildes, adoptando poses de bienhechores. ¡Cruel hipocresía! Son los mismos
que en sus espacios cierran puertas a los más conservadores, les atacan en
cuanto tienen oportunidad tratando de desacreditarlos a toda costa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario