miércoles, 30 de enero de 2013

Besos en la frente.


Besos en la frente.

 

Menos de 24 horas necesito la presidente del Brasil, para personarse con su séquito ante los familiares de las víctimas del siniestro que en la madrugada del domingo pasado segó la vida a más de 200 personas, envió al hospital a otras 100 y puso en riesgo la vida de las fuerzas públicas, del orden y voluntarios que acudieron a socorrer a cientos de personas atrapadas en el local de diversiones Kiss.

El sitio, según revelaciones provisionales y extraoficiales, carecía de algunos de los requisitos legales para operar como tal. En el momento del incendio la cantidad de personas en el interior sobrepasaba la capacidad del inmueble. Aún se investigan las causas y detalles.

¿Para qué sirve la presencia pública de la mandataria ante los familiares de las víctimas?; ¿para consolarlos?; ¿para prometerles que los responsables serán juzgados implacablemente?

El primer responsable es el dueño del inmueble y le sigue la administración pública que posee la obligación de inspeccionar periódicamente si reúne o no las características para operar con facultades de suspender su uso temporal y/o definitivamente. El propietario, su gerencia y el personal de seguridad son legalmente responsables de violaciones regulatorias que presumiblemente agravaron las consecuencias del tenebroso acontecimiento, pero… (Siempre lo hay), las autoridades locales con jurisdicción para efectuar el chequeo periódico del lugar para mantener su licencia operacional poseen una cuota de responsabilidad legal.

Entonces, ¿para qué los besos? Su presencia no significa nada excepto incrementar la aureola de populismo que envuelve a la presidenta convirtiendo intencionalmente esta catástrofe en propaganda política.

Es respetable y reconocida la presencia de un líder político en medio de la desgracia que originan causas naturales o de otro tipo que no pudieron ser humanamente pronosticadas o previstas. Este no es el caso.

Los que sean reconocidos culpables indirectos de estas consecuencias, deberán enfrentar la justicia debidamente promulgada antes de su ocurrencia mediante el debido proceso. La administración está obligada a hacerlo transparentemente. Pero, ¿qué hay de los que debieron controlar que se inspeccionara el inmueble según la cadena de mando?

Entonces, ¿para qué los besos en la frente? Prefiero el control administrativo preciso, exhaustivo, severo para evitar que se faciliten hechos como éste antes que los besos en la frente. Es el papel de los oficiales electos desde el primer mandatario hasta el último.

 

Jorge B. Arce

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