jueves, 19 de septiembre de 2013

Raid a un blog fidelista.

Ha pasado un tiempo, verdad ?, desde que no frecuentaba este sitio “especial”. Pero al leer el título del post me sentí aludido directamente, no ?.

 Rotundamente y con todo propósito propagandístico, usted incluye a todos los que emigramos a USA, como los encantados por Hamelín con sombrero de copa. Negativo, caballero, negativo. No encasille en beneficio de sus intereses a los que no puede constatar y preguntarles qué piensan de su vida personal; no tiene derecho. Y como no lo tiene respecto a mi persona, la que ha sido incluida en su “ensayo” fidelista, le hago saber que mi residencia aquí no fue el producto de un encantador de serpientes, sino de la asfixia social y política en que vivía en el caimán. Partí sin saber qué iba a encontrar; sin dominio del idioma Inglés; sin una profesión análoga a los sistemas imperantes en USA; sin familia; sin dinero en el bolsillo. Sólo con la esperanza en el corazón de que encontraría aquí lo que me faltaba allá: LIBERTAD; la que nunca tuve; que hallaría la verdadera vida digna para un ser humano que me negaron en mi propio país simplemente por pensar de otra manera. Materialmente no me faltaba nada, caballero, pues mi trabajo me permitía determinadas “libertades materiales”. De modo que no fue el ansia del consumidor frustrado, esperanzado, lo que me arrastró fuera de la tierra donde nací.

 No obstante, a pesar de esos resquemores, esta nueva sociedad me dio lo primordial durante los primeros meses de estancia, aún sin ser residente, simplemente con status de “bajo palabra”. Los contribuyentes estadounidenses pagaron mis primeros adeudos y necesidades ( a los haitianos que llegan equivocados a las costas de Oriente, les retienen en la playa, les proporcionan lo mínimo necesario, los montan de nuevo en el barco y “tumba” pa’l Caribe. Pero el gobierno de la isla más grande de Las Antillas no es malo (dice la propaganda goebelista-cubana).

 Hoy y desde un mes justo después de arribar, poseo una familia, un trabajo digno y correctamente pagado, un hogar, pago mis necesidades, contribuyo con mis impuestos al fisco, viajo a dónde me plazca con el mismo pasaporte cubano que no me sirve para viajar a mi propio país pero sí para hacerlo a otro ( otra de las muestras de la felinidad fidelista de expropiar al exiliado cubano). No me falta nada aunque soy un elemento de clase pobre, ni siquiera media. No marca la diferencia excepto en las posibilidades de no poder lucir un Rolex en mi muñeca, que no necesito, adoro mi Bulova; pero sobre todo porque me tratan igual en cualquier lugar que piso aún con mi Inglés cubanizado. Nadie me ha dicho nunca: “…habla bajito para que no te oigan, te puedes buscar un lío con la policía.” Desde mi blog y desde mi cuenta del Twitter, critico lo que siento debo criticar, empezando por el presidente más poderoso del planeta y no he sufrido acoso por eso, ni el FBI me ha preguntado dónde voy a estar mañana que Mr. President hablará a la nación, tal como lo hacían en mi propia tierra. Es demencial.

 A veces me pregunto si hice bien en abandonarla dejando que los que la gobiernan impongan su dominio sin rebelarme. Pero, cómo ?, en Cuba las fuerzas de élite gobernantes ni siquiera de permiten disentir pues de disfrazan de traición por su conveniencia de acoso político. Algunos de mis allegados me han recriminado pues los que gobiernan son los que deben irse; pero, cómo ?. El poder político hegemónico implantado por la familia Castro es un hecho irreversible con profundas bases de idealismo, proselitismo y terror. Hasta me sorprendo cuando me recordó yo mismo aplaudiendo discursos de ese sujeto con mi uniforme de becado en el lugar que a él le viniera en ganas, después de caminatas y largas esperas de horas como a un faraón caribeño.

 Es triste reconocer que uno abandona sus orígenes por culpa de alguien que se ha apoderado de todo y de todos. Pero aún más triste es comprender, al fin y al cabo, que sólo los cubanos somos culpables y merecedores de tener el gobierno que tienen. El mismo lo ha dicho.



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