¿Chovinismo religioso o Fe?
Recientemente los medios han
traído a la luz pública la sospecha de que el sacerdote de la iglesia Católica
de Santa Agatha en Sweetwater, Rolando García, tuvo relaciones sexuales con un
joven de 15 años hace 3 decenios. Aunque
el sacerdote niega tal rumor alegando que ha sido maliciosamente fabricado, no
es la primera ocasión que se ve “asediado” por estos chismes pues en el 2007
fue acusado en otra demanda por abusar sexualmente de un monaguillo a finales
de los años 80’ aunque la victima llego a un acuerdo confidencial con la
Arquidiócesis de Miami para evitar un juicio.
Este acuerdo es
significativo y calificador, pues ningún demandado que no se sienta culpable y
haya sopesado las consecuencias económicas y morales de una acusación de esta
naturaleza, llega a un acuerdo cediendo compensar económicamente el daño; o al
menos, es poco probable.
Sin embargo y a pesar de
este hecho contrastante, algunos feligreses de la mencionada parroquia, mantienen
una actitud de apoyo total al sacerdote, aduciendo que lo conocen hace muchos
años y es una excelente persona, llegando a cuestionar la conducta del diario
que colocó la noticia a arbitrio público y hasta a un grupo de padres que tratan
de colocar “distancia” entre el cura y sus hijos.
Si analizamos los hechos
objetivamente tendremos lo siguiente:
-Una acusación hecha pública
actualmente por una supuesta víctima de pederastia contra un menor hace
alrededor de 30 años;
-Un sacerdote que se
desempeña como párroco hace varios años en una iglesia cuyos feligreses le
apoyan afirmando lo contrario a los hechos de la acusación;
-Un sacerdote que niega ese
hecho y que califica la acusación como malintencionado aunque no explica por
qué, aunque la acusación en sí es anonadante.
Como es inobjetable, estos
hechos son circunstanciales, es decir, no evidencian ningún elemento
probatorio, lo que a los efectos judiciales solo tienen un valor suplementario.
En primer lugar veamos cómo
sale a la luz el hecho ocurrido 3 decenios atrás: La victima lo hace público
movido por sus propias razones que podrían ser muy complicadas psicológicamente
puesto que ha habido una batalla mental interior entre la víctima y la
necesidad de decirlo ante el temor del desagravio moral que el conocimiento público de una situación como ésta entraña.
A este particular de por sí
muy sólido en su estructura psicológica_, podrían hallarse otros derivados del carácter
en sí del contacto físico y los traumas emocionales enquistados y hasta
metamorfoseados por la victima o hasta la posibilidad de que existiese el
consentimiento entre ambos_lo cual no exime al atacante_, pero que convierte a
la actual denuncia en un “aprovechamiento a su favor” de las circunstancias
contrario sensu a la búsqueda de la justicia ante el crimen como respuesta
moral.
Por otro lado tenemos a un
sacerdote en 2012 que debe peinar canas o frisando los 60’ que pudo haber sido
responsable o no del hecho apuntado. La persona en sí de este sujeto soporta un
antecedente que lo coloca en una mala situación de credibilidad dado el acuerdo
extrajudicial ente otra presunta víctima de pederastia y la arquidiócesis. Por
supuesto que esto no lo hace responsable de aquel hecho porque no fue quien
pactara tal acuerdo y hasta la entidad pudo haberlo decidido para evitar el
escándalo ( recuérdese que eran los finales de los 80’, aún sin haberse puesto
en palestra pública la ola de acusaciones contra curas pederastas, pero aceptó
tácitamente el acuerdo pactado que automáticamente el arroja la duda razonable
sobre él porque pudo haber adoptado una postura independiente de la iglesia y afrontado la justicia como persona privada. No
lo hizo, habría que preguntarle puesto que esta nueva acusación en un hecho
semejante se presume como antecedente en la conducta del sospechoso.
Y por último un grupo de
padres de menores que están en relación directa con el párroco y que los
convierte en potenciales víctimas, que demandan distanciar al cura de contacto
con los menores y por el contrario unos feligreses que quizás no conozcan “tanto”
y desde hace tanto como 30 años al acusado pero lo apoyan porque lo creen un
designado de Dios.
Esto es un mito. Si cada
persona, como se asegura, tiene la vida de acuerdo a un plan trazado por Dios,
entonces la existencia de los Viles y los Justos convierte a Dios en alguien
que “juega” con las personas como en un play Station.
No es así, lo afirmo. Tengo
fe, creo en Dios después de creer, abjurar y volver a creer. Dios nos hizo su
creatura a su semejanza e imagen y nos dio el regalo más grande del universo:
Elegir el camino a seguir por cada uno o libre albedrío, incluido el de no
creer en El.
No podemos citar a Dios en
un caso donde la justicia humana debe imperar aun y cuando se pongan en juego
los intereses de la iglesia que él creó pero que no representa en la Tierra.
Tal vez sus representantes no hayan elegido correctamente y hayan perdido la
conexión con el Todopoderoso.
Jorge B. Arce
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