¿Y las víctimas?...
He oído con frecuencia que
la Política es la ciencia de hacerlo posible. Claro, es un sarcasmo dirigido a
aceptar que los manejos políticos están por encima de cualquier otro uso legal
o de raciocinio. Es algo así como admitir que cualquier cosa es buena cuando se
trata de Política. Yo me atrevería decir que es la ciencia de lo increíble.
El conflicto militar armado
más largo de la historia, que tenga noticias, el de Colombia, ¡30 años!, que la
desangra en gente, propiedades, recursos, riquezas, vuelve a acaparar los
primeros planos de las noticias internacionales cuando el presidente de esa nación
ha dado luz verde para negociar la paz con los rebeldes, narco-guerrilleros,
secuestradores, guerrilleros comunistas, etc, son varios los epítetos que les
han sido dados.
Hay una gran campaña de
propaganda alrededor de estos grupos rebeldes llamados FARC por parte de
algunos gobiernos izquierdistas que sueñan con sacar ventajas
ideológico-políticas con una futura Colombia Populista. En todas esas
manifestaciones posibles, aúpan los esfuerzos de estos rebeldes en la arena
internacional y respaldan sus demandas como si el conflicto estuviera bajo su
amparo en una demostración descarada de injerencia en los asuntos internos de
los colombianos, obviando, claro está, que han cometido crímenes
estremecedores.
Esos grupos, hay que
significar, perdieron la supuesta legalidad de enfrentarse con violencia a su
propio gobierno según la teoría marxista, cuando comenzaron a cometer crímenes contra
la población civil. Esto es, secuestros, reclutamiento de menores a la fuerza;
violaciones; secuestro de mujeres para convertirlas en “compañeras” de los
jefes principales; emplear a la población civil como “escudos” contra los
posibles ataques del ejército nacional; el desplazamiento de civiles de sus
zonas de hábitat, sembrado de minas antipersonales, narcotráfico, extorsión,
uso de territorio de países vecinos como bases de descanso y tratamiento de
heridos.
Una vez que adoptaron estos
métodos criminales, estaban renunciando a la doctrina marxista de enfrentarse
al gobierno que odian y pretenden derrocar. Con esa conceptuación ha de
iniciarse el diálogo.
En el pasado también el ex
presidente Pastrana pretendió negociar la paz con los guerrilleros y el cese al
fuego fue empleado estratégicamente por estos grupos para apoderarse de nuevas
y mejores posiciones ventajosas.
Hago estas notas porque
quiero abordar este tema desde otro ángulo distinto, del lado de las víctimas
de este extenuante conflicto.
Las victimas no han sido los
rebeldes que defienden su ideología, ni el gobierno que defiende su
institucionalidad. A mi modo de ver, las víctimas son las que han perdido algo
por razón de éste: la libertad, las piernas, la razón, la vida, un familiar, la
honra o el honor. Las víctimas son los niños huérfanos; las viudas y viudos;
las niñas convertidas en amantes de los jefes de las FARC; las mujeres
violadas, prostituidas; los desplazados, los indígenas. Las víctimas son las únicas
que en estas negociaciones no tendrán ni voz ni voto.
El caso es que para alcanzar
la paz, según los expertos, las FARC tienen que dejar las armas, convertirse en
políticos, votar y ganar las elecciones. Todo ello lleva aparejada la
reintegración social de hasta hace unos días eran criminales, cómplices o sus
aliados. No importa que no hayas apretado el gatillo, basta que hayas estado
allí.
Para lograr esto se constituiría
una especie de indulto, de perdón a todos para mantener la legalidad del
proceso y si son rebeldes no pueden ser políticos y viceversa. Y lo más
importante, sentaría un precedente de incalculable proporciones en la vida y la
historia de todos los colombianos colocándose como Espada de Damocles.
¿Qué intereses están en
juego ahora?; los de la nación, me responderían sin pestañear cualquiera con
sentido común, porque están primero que los de cualquier individuo. Respuesta
que no me satisface.
El orden constitucional de
una nación, su respeto y defensa, la consolidan a los ojos propios y del resto
de la humanidad. La agenda que se discute en Oslo y La Habana se aparta de esa
constitucionalidad. ¿Cómo atraer a la legalidad su contenido?
Parafraseando al ex
presidente Álvaro Uribe: “…me preocupa la elegibilidad política del
narcotraficante, del secuestrador, del extorsionista.” Para luego preguntarme
como víctima:
¿Y yo, no cuento?
Jorge B. Arce
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