Besos
en la frente.
Menos de 24 horas necesito
la presidente del Brasil, para personarse con su séquito ante los familiares de
las víctimas del siniestro que en la madrugada del domingo pasado segó la vida
a más de 200 personas, envió al hospital a otras 100 y puso en riesgo la vida
de las fuerzas públicas, del orden y voluntarios que acudieron a socorrer a
cientos de personas atrapadas en el local de diversiones Kiss.
El sitio, según revelaciones
provisionales y extraoficiales, carecía de algunos de los requisitos legales
para operar como tal. En el momento del incendio la cantidad de personas en el
interior sobrepasaba la capacidad del inmueble. Aún se investigan las causas y
detalles.
¿Para qué sirve la presencia
pública de la mandataria ante los familiares de las víctimas?; ¿para
consolarlos?; ¿para prometerles que los responsables serán juzgados
implacablemente?
El primer responsable es el
dueño del inmueble y le sigue la administración pública que posee la obligación
de inspeccionar periódicamente si reúne o no las características para operar
con facultades de suspender su uso temporal y/o definitivamente. El
propietario, su gerencia y el personal de seguridad son legalmente responsables
de violaciones regulatorias que presumiblemente agravaron las consecuencias del
tenebroso acontecimiento, pero… (Siempre lo hay), las autoridades locales con
jurisdicción para efectuar el chequeo periódico del lugar para mantener su
licencia operacional poseen una cuota de responsabilidad legal.
Entonces, ¿para qué los
besos? Su presencia no significa nada excepto incrementar la aureola de
populismo que envuelve a la presidenta convirtiendo intencionalmente esta catástrofe
en propaganda política.
Es respetable y reconocida
la presencia de un líder político en medio de la desgracia que originan causas
naturales o de otro tipo que no pudieron ser humanamente pronosticadas o
previstas. Este no es el caso.
Los que sean reconocidos
culpables indirectos de estas consecuencias, deberán enfrentar la justicia
debidamente promulgada antes de su ocurrencia mediante el debido proceso. La
administración está obligada a hacerlo transparentemente. Pero, ¿qué hay de los
que debieron controlar que se inspeccionara el inmueble según la cadena de
mando?
Entonces, ¿para qué los
besos en la frente? Prefiero el control administrativo preciso, exhaustivo,
severo para evitar que se faciliten hechos como éste antes que los besos en la
frente. Es el papel de los oficiales electos desde el primer mandatario hasta
el último.
Jorge B. Arce
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